La realidad tras los casting de modelos infantiles

Se buscan niños con belleza, pero también que sean expresivos, extrovertidos y desenvueltos

MADRID Actualizado: Guardar
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Desde bebés de apenas meses hasta niños de unos 12 años. Trabajan en sesiones que pueden durar horas, y protagonizan catálogos de moda infantil, fotografía, desfiles, así como cualquier tipo de evento publicitario para el que se les contrate. ¿Qué buscan las agencias? Por supuesto, belleza, pero también que sean expresivos, extrovertidos, desenvueltos y con una marcada personalidad, que den buena imagen. Las agencias de modelos infantiles, intermediarias ante las empresas que requieren sus servicios, se los rifan. Pero no es tan fácil que seleccionen a un niño. Cecilia, madre de una pequeña preciosa, cuenta que su experiencia fue un infierno. «Llevé a Leticia a la agencia y me encontré con cerca de veinte madres más con sus niñas, en una sala de espera no muy grande donde había cierta tensión en las miradas.

Además había sacado a la cría de la guardería, y estuvimos todo el día esperando. A mi modo de ver, no merece la pena para ellos perder tantas horas para hacer un casting».

Leticia entonces tenía solo dos años, y no era muy consciente pero, ¿qué pasa cuando son más mayores y, también, se dan más cuenta de la realidad? ¿Y cuándo no son seleccionados? ¿Pueden verse frustrados por no ser «los más guapos»? Cuando unos padres presentan a su hijo pequeño a un casting, ya sea para televisión o para aparecer en revistas publicitarias la primera pregunta que surge es, según Ciara Molina, psicóloga especializada en emociones, «si el niño está allí porque es algo que él quiere o porque los adultos queremos ver satisfechas nuestras necesidades emocionales y sociales como padres». Es verdad, prosigue, «que el niño puede mostrarse positivo hacia la idea de participar en el casting, pero siempre desde su idea de tomárselo como un juego más».

Como explica Molina, un niño con tres años no entenderá realmente en lo que está participando, ya que lo más seguro es que no sepa en qué consiste un casting, por lo que serán los padres los que muestren la motivación de llevar a su hijo. Pero en el caso de niños de mayor edad, que deciden presentarse ellos mismos, «será importante valorar el por qué quiere participar», advierte.

Vivirlo como una competición

En todo caso, la clave estaría en que un casting solo es perjudicial «desde el momento en que es vivido como una competición». Pero no todo tiene que ser negativo: esto puede tener aspectos beneficiosos si, tal y como explica esta experta, se permite que el niño se exprese de la mejor manera que sabe. «El contacto con los demás que se encuentran en su misma situación le podrían permitir desarrollar aspectos como el compañerismo y lo que es más importante, aprender a perder sin que eso suponga un trauma».

Por este mismo motivo, señala, cuando los niños reciben una negativa por respuesta, independientemente del tema, lo principal es que sepan aceptar que no siempre se gana. «Si se vive como un juego o como un momento en el que pasar un buen rato, donde lo que importa es pasarlo bien y no el resultado, no tiene porqué suponer la aparición de sentimientos de frustración. Ahora bien, si se vive como una competición donde tiene más valor el que antes quede, si el puesto que él considera que es el idóneo no es el que alcanza, entonces sí que puede hacer acto de presencia esa frustración», explica Molina.

A juicio de esta terapeuta, hay maneras mucho más efectivas y educativas de enseñar que en la vida a veces se gana y a veces se pierde. «Mejor una actividad —propone— donde controlemos la situación y donde sepamos darle respuesta a las consecuencias que de ella se puedan derivar. En un casting hay demasiado elementos externos que se escapan de nuestro control y no creo que sea el medio más adecuado para hacerle entender algo así al pequeño. Una situación mucho más cotidiana como es el juego del pañuelo en familia hará entender mejor la dinámica al niño por tratarse de un entorno familiar donde él se desarrolla todos los días».

Cómo superar el rechazo

Entonces, ¿qué podemos hacer para que el niño que no ha sido seleccionado lo supere? ¿Cómo convertir la frustración en un aprendizaje emocional? Para Molina, «podemos reforzar el esfuerzo que ha puesto haciendo hincapié en que lo importante es que esté satisfecho con él mismo; enseñarle técnicas de control de la rabia como la relajación o la meditación; trabajar su autoestima (concepto que tiene de sí mismo); dejando que lo intente de nuevo si así lo desea, no restando importancia a lo que siente con frases como “lo has hecho bien” si él considera que no ha sido así, es decir, empatizando con él; dar ejemplo, ya que aprendemos por imitación».

De todas formas, prosigue, la frustración en sí es una señal de crecimiento, y está presente en niños de 1 a 3 años. «Los niños rápidamente desarrollan el sentido de ser una persona independiente con preferencias y estrategias para conseguir lo que desean. Se vuelven testarudos y buscan reafirmarse. Ahora bien, no es lo mismo la frustración en un niño pequeño que aún no entiende muy bien las cosas, que en un niño de más de siete años que su patrón de razonamiento es mucho mayor y por tanto es consciente de él mismo y de su entorno. Será en esta etapa más racional donde el nivel de frustración puede ser mayor».

Complejos

Pero hay algo que según esta psicóloga los padres deberían tener en cuenta al presentar a su hijo a este tipo de procesos, y es «si estos pueden crear en él complejos a la hora de pensar que no le eligen por su físico o alguna de sus características». «Si es un niño que no tenga un buen concepto de si mismo o que se le exija ser de una determinada manera, cuando esto no se consigue sí puede dar lugar a la aparición de complejos. Pongamos como ejemplo que en nuestra cada nos dicen que somos el más guapo de todos y vamos a un casting de belleza donde no somos seleccionados. El hecho de entender que no soy “el más guapo/a de todos” me supone una contrariedad porque he crecido creyendo que sí. Es muy importante no poner etiquetas a los niños, aunque se haga con la mejor de las intenciones».

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