«Muchos adolescentes eligen estudios para ganar dinero, no porque les gusten. ¡Es un gran error!»

Rosa Martínez, autora de «Un zombie haciendo prácticas» y fundadora de «Cuéntame tu plan» explica que «primero "eres", luego "haces" y después "tienes". Ahí está la clave para elegir unos estudios»

Laura Peraita

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Rosa Martínez, autora de «Un zombie haciendo prácticas» , es Doctora en Ciencias Económicas y Empresariales y actualmente imparte clases en diferentes grados universitarios. Dentro de su trayectoria profesional ha descubierto que su verdadera vocación es comprender y acompañar a los jóvenes en su evolución hacia el mundo profesional.

¿Por qué están perdidos los adolescentes a la hora de declinarse por una rama u otra de estudios de cara a decidir su futuro profesional?

Una de las razones es que solo les hemos enseñado a «hacer». Continuamente les decimos: haz la cama, haz los deberes..., pero no les decimos «sé» y la única forma de encontrarse a uno mismo es saber quién eres, conocerse a sí mismo. El trabajo de saber quién eres, lo que te gusta o no..., no saben hacerlo. En un momento de tantos cambios hormonales, físicos, intelectuales, en el que sus referentes son los amigos —que, por cierto, están igual de perdidos—empiezan a surgir dudas, sentimientos, emociones, temores, etc., que no les gustan y que prefieren ir tapando para que nos les cree un problema. Decidir, entonces su futuro, está lleno de dudas y miedos.

¿Cómo pueden los padres poner en práctica el «ser» con sus hijos?

En primer lugar, los padres tenemos que hacer también un trabajo de encontrarnos a nosotros mismos. Si no lo hacemos, lo importante es ser conscientes de observar a nuestro hijo, no para hacer una crítica, sino para determinar lo que está reflejando, haciendo, qué le duele, qué le enfada o disgusta... No es malo preguntarle porqué está enfadado o triste, hay que incidir también en esta faceta porque no todo es de color de rosa.

Hay que tener muy claro que la secuencia correcta es: primero «eres», luego «haces» y después «tienes». Vivimos en una sociedad donde prima el quiero tener. En una ocasión hice una encuesta a 150 alumnos y casi todos querían estudiar para tener dinero; es decir, no eligen unos estudios porque les gusten. Es como si les hubiéramos transmitido que si trabajan en lo que les gusta no van a ganar dinero ni salir adelante. Es un error. Lo primero que tenemos que transmitirle es «haz lo que te gusta, porque de lo contrario te vas a morir de pena y frustración». Todos tenemos dones, virtudes y características positivas, pero si vivimos como «zombis», haciendo algo que no nos gusta, no vamos a poder disfrutar porque la autoestima cae. Es muy limitante.

Sin embargo, muchos padres influyen en sus hijos para que realicen unos estudios porque tienen más salidas profesionales que otros que les pueda gustar más

Es cierto. Y es un error. Se le puede orientar y decir que unos estudios tienen más salidas laborales, pero no que ganará más dinero. Si se mueve solo por el dinero y su trabajo no le satisface vendrán pronto sus crisis.

¿Qué consejo daría a los padres cuyos hijos tiene que elegir unos estudios que definan su vida laboral?

Los padres deben ir siempre un paso por detrás. Deben observar y mirar lo que están haciendo sus hijos y dotarles de herramientas. Exponérselas, pero no seleccionarlas; de eso que se encarguen ellos. Hay que darles todas las opciones, hasta las que menos nos gusten, porque son ellos los que tienen que decidir: desde tomarse un año sabático para explorar alternativas a las convencionales, a llevarle a todas las universidades, o dedicarse a hacer deporte, porque muchas las familias pensamos que en el deporte, o se es el número uno o nada, y no es así, a lo mejor luego gestiona equipos de maravilla.

Los padres siempre ponemos a los hijos profesores de matemáticas que es lo que más les cuesta. ¿Por qué no se lo ponemos de lo que más les gusta para que descubran nuevas facetas, se motiven y disfruten? Hay que incentivar lo que les gusta. El problema es que vivimos en un sistema en el que parece que todos deben ser iguales, y no debe ser así. Tenemos miedo a destacar, queremos ser iguales, mezclarnos con todo el mundo. Ocurre a todas las edades. Hasta que tenemos la suficiente autoestima para decir «basta, yo soy así».

¿Cuáles son los errores más comunes de los padres en este asunto?

Hay uno muy importante que es la interferencia, aunque no nos demos cuenta cuando lo cometemos. Solo con decir a otra persona en presencia del hijo: «¿Sabes lo que ha dicho mi hijo? Qué va a ser médico». Eso es una interferencia. O si le decimos: «¿Pero qué dices, cómo vas a ser médico? Eso es muy difícil». Eso también es interferir. Es difícil no hacerlo, pero en función del perfil del niño le condicionará más o menos, pero siempre le condiciona.

Otro error es generar en él las expectativas laborales que nosotros no hemos podido cumplir. Hay que ser más abiertos y si mi sueño es ser gran cantante, no hay que empeñarse en que nuestro hijo lo sea.

También hay que incidir mucho en hacerles que sean conscientes de que nadie lo va a hacer por ellos. Hay que transmitirles que aumenta su autoestima «cuando todo lo haces por tí y para tí, para nadie más». Y, por ello, deben asumir todas las consecuencias. Es fundamental decirles: «yo confío en ti».

¿Qué diferencia que unos niños tengan vocación y otros no?

Los que sienten vocación están más conectados con ellos mismos porque saben quienes son, lo que les gusta y que tienen que cumplir su misión. Son personas que emocionalmente tienen más recursos para superar la frustración, para ser más tolerantes con quienes están al lado, superar la crítica...

¿Por qué cuesta tanto saber en qué somos buenos? ¿Por qué somos tan críticos con nosotros mismos?

Lo primero es saber determinar qué perfil tiene nuestro hijo, actitudes y aptitudes. No estamos acostumbrados a decir a nuestros hijos: te veo profundo, espiritual, analítico, brillante, energético, leal... No lo hacemos y ellos no saben que pueden serlo. Más bien les decimos solo las cosas malas. Tampoco les hemos enseñado a controlar los pensamientos y es la principal causa para dinamitarnos a nosotros mismos. Al no controlar los pensamientos, y si le dan rienda suelta, es más fácil que sean críticos y se maltraten más. Sin embargo, no toleran casi nada porque vivimos en una sociedad de perfección. Empiezan la crítica por el físico y acaban por la emocional del «no valgo para nada».

Sí, pero los padres igual tampoco saben dirigir en este sentido a sus hijo, porque ni siquiera han sabido hacerlo con ellos mismos.

Por eso es tan importante la información y formación. Igual que aprendemos de economía, salud, alimentación..., también debemos aprender nuestra autoexploración a través de libros, talleres, seminarios que nos faciliten las herramientas necesarias. El problema es que la gente no hace ese esfuerzo, no tiene esa inquietud por formarse en este aspecto. En un capítulo de mi libro hablo de por qué nos boicoteamos a nosotros mismos y es precisamente porque si decidimos abrir la caja para conocernos más a nosotros mismos, lo primero que sale es miedo y dolor. Por eso, es tan frecuente que retrasemos este momento, porque no nos interesa verlo. Volvemos a cerrar la caja. No nos damos cuenta de las ventajas que tiene ver y analizar todo esto. Tener este lastre roba una energía tremenda que vamos arrastrando todo el día y agota. Si eliminamos todo esto que nos pesa tanto, no libera.

¿Dónde acudir para que sea más fácil?

Cada uno debe desarrollar su propio camino. Lo fundamental es comprometerse y aprender a tener una disciplina diaria y hay que estar saludable físicamente, cuidar la alimentación, hacer deporte, parar para hacer reflexiones, meditar... A partir de ahí se pueden empezar a controlar los pensamientos. Si no sabemos por nosotros mismos y nos sentimos perdidos, hay profesionales que ayudan en esta labor como psicólogos que dan las herramientas adecuadas. Cada herramienta deja la guía correcta para la siguiente herramienta e ir por el buen camino. Sin embargo, muchos padres optan por proteger a los hijos y deben saber que, o lo hacen ellos, o nadie lo va a hacer. El camino es de cada uno.

¿Cómo afrontar que uno se ha equivocado al elegir unos estudios y debe emprender un camino diferente?

El momento lo decides cuando ya no puedes más, cuando ves que una situación ya no es rentable. Cada uno tiene una tolerancia. Si no se opta por cambiar viviríamos en un autoboicot. Hay quien hace este cambio de forma suave y amigable; otros de forma brusca, tras una enfermedad o modificación de la vida drástica. Normalmente, se decide hacer un cambio después de que la vida te dé tres avisos. Si haces un cambio al primer aviso, será más suave que si haces el cambio tras el tercer aviso. Cada uno elige el momento en función del miedo al que se enfrenta.

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