Esther y Niurka (a la derecha) muestran orgullosas el cartel que da la bienvenida a ABC
Esther y Niurka (a la derecha) muestran orgullosas el cartel que da la bienvenida a ABC - Isabel Permuy

«Bienvenidos al jardín de los cinco sentidos»

Un grupo jóvenes con discapacidad mental muestra cómo trabajan día a día en su vivero para forjarse un futuro laboral

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Hoy es un día muy especial en la Asociación Talismán, creada en 2009 para apoyar a las personas con discapacidad intelectual. Dos chicas custodian la puerta con una sonrisa nerviosa mientras muestran orgullosas un cartel pegado en la puerta en el que se puede leer: «hoy nos visita ABC». Han realizado un emotivo esfuerzo para meterse en su papel de azafatas y servir de guía a este periódico para mostrar su labor diaria en este centro. «Bienvenidos a nuestra asociación», dice con cierta timidez Niurka de 29 años. «Os queremos mostrar todo lo que hacemos en nuestro vivero. Adelante, por favor», prosige Esther (30 años).

De esta manera, ABC entra por primera vez en la asociación Talismán de San Martín de Valdeiglesias (Madrid).

Se trata de una organización creada por un grupo de padres que pensaron que no querían ver a sus hijos todo el día en casa por el hecho de padecer discapacidad intelectual. «Es una forma de darles una salida formativa y por qué no, un futuro laboral en el pueblo. De pequeños han cumplido su etapa escolar pero al acabarla es difícil encontrarles un sitio al que puedan acudir y seguir aprendiendo. Aquí continúan su formación y, además, se comunican entre ellos, lo que les fomenta una insercción social», explica Maribel Brito, coordinadora de esta asociación.

El jardín de los sentidos

En la zona dedicada a la «vista» hay flores de todos los tipos y colores
En la zona dedicada a la «vista» hay flores de todos los tipos y colores - I. Permuy

En una coqueta casa de madera donde realizan diferentes talleres espera impaciente la llegada de ABC el resto del grupo: Estefanía (27), María Jesús (18), David (33), Ilías (17), Manu (25) y Johnny (26). Todos ellos tienen un grado de discapacidad intelectual diferente. Explican que trabajan en un vivero al que han bautizado «el jardín de los sentidos».

Por un pequeño y cuidado camino nos conducen hasta el primero de los sentidos: la vista. Se trata de un espacio con flores de todos los colores: pensamientos, violas, verbena, salvia... que son atendidas por ellos con esmero a la espera de que los visitantes de los pueblos de la zona se las compren.

Por otro camino decorado como un jardín japonés se encuentra la zona habilitada del «oido», en la que estefanía y Johnny muestran con entusiasmo unas pequeñas casitas para que aniden allí los jilgueros, gorriones, mirlos… y les puedan deletiar con su piar.

Más adelante está el jardín del «tacto», lleno de plantas espinosas «que al tocarlas te pinchas», explican entre risas mientras tocan un cactús. La siguiente parada está dedicada al olfato. Aquí Ilías se esfuerza por recordar su presentación: «son plantas que huelen muy bien porque son aromáticas», dice del tirón. «Hay laurel, lavanda, tomillo, romero… También destaca en el suelo el dibujo realizado con piedras de la hoja de yinco, que pertenece al árbol más resistente del mundo, ya que sobrevivió a la bomba nuclear que cayó sobre Hirosima.

Más a lo lejos se encuentra la huerta, que destaca por su sentido del gusto. David explica que hay «muchos tomates, muchos tomates», además de lechugas, espinacas, berenjenas, calabazas… «Todo es ecológico», dice con orgullo Manu.

La enfermería para plantas «pochas»

Grupo de jóvenes encargados del vivero con sus dos monitoras (a la derecha)
Grupo de jóvenes encargados del vivero con sus dos monitoras (a la derecha) - I. Permuy

Tras un recorrido en el que han podido mostrar todo el trabajo que realizan diariamente para mantener todo su vivero en perfecto estado, destacan que hay una zona a la que llaman enfermería «donde traemos las plantas que están algo pochas para poder recuperarlas. Las cuidamos como si fuéramos un médico en el quirófano y las podamos, las ponemos sustratos y productos fitosanitarios. Bueno, también las cantamos canciones», confiesan.

Maribel Brito explica que al finalizar su curso de formación en jardinería les dan un diploma para que vean sus objetivos cumplidos.

El mantenimiento del vivero no es la única actividad formativa que reciben con el propósito de lograr un empleo en los jardines del pueblo, donde por turnos realizan prácticas. Esta asociación también dispone de talleres de manualidades y, de vez en cuando, acuden a ferias donde venden sus obras.

También disponen de un ambicioso programa de comunicación en la Cadena Cope y en Radio 21 donde realizan entrevistas a empresarios, políticos o cantantes, escritores.

El objetivo inicial de sus padres está cumplido: no están encerrados en casa, salen cada día, aprenden varias profesiones de cara a lograr un empleo, se divierten, mantienen relaciones sociales y, sobre todo, son felices.

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