El milagro de Emilio: 510 gramos de puro guerrero

Nacido a las 23 semanas de gestación y tras un sinfín de complicaciones, el pequeño ha convertido su caso en «increíble» al salir adelante sin secuelas

Rocío, con su bebé en brazos, en la unidad de Cuidados Intensivos del Materno Migue Fernández

Ana Pérez-Bryan / Diario Sur

«Emilio merece salir de aquí como lo que es. Un guerrero y un superhéroe» .

Ese diagnóstico final, el que conectaba al pequeño superviviente con la vida de fuera después de haber compartido casi tanto tiempo en el vientre de una incubadora como en el de su madre, se dibujaba a principios de junio en rojo y en azul, en un pequeño traje con capita de Supermán que su enfermera Dolo tuvo que coserle a medida porque las tallas convencionales no entienden de héroes tan diminutos. Aquel día fue una fiesta en la sala de Cuidados Intensivos de la Unidad de Neonatología del Materno Infantil, porque después de más de 130 días conectado a mil cables, Emilio volaba al fin solo. En su chupete, la leyenda escrita de un «Me quieren mucho» para ilustrar a la perfección esa batalla librada en varios frentes contra un reloj biológico que lo trajo al mundo un 31 de enero y que no debería haberlo hecho hasta finales de mayo.

Porque la historia de Emilio, que recoge Diario Sur , «Emilín el guerrero» para los que compartieron aquellos interminables días y noches, comenzó a escribirse por adelantado en esos capítulos de la ciencia médica que cataloga a los grandes prematuros: bebés que nacen antes de las 29 semanas –la gestación normal ronda las 38– y con un peso por debajo del kilo y medio. Emilio lo hizo a las 23 y con apenas 510 gramos.

«Cabía en la palma de mi mano» , dice su padre, también Emilio, estirando los dedos para ilustrar la talla de los 28 centímetros de largo de su bebé. En ese gesto, la medida humana. Y en la explicación de la doctora María del Mar Serrano, una de las neonatólogas de la unidad clínica del Materno, la científica: «En España no se suele reanimar a los bebés que nacen por debajo de las 23 semanas porque las posibilidades de supervivencia son muy escasas . Hace diez años por supuesto ni se planteaba (...). Pero en el caso de Emilio decidimos luchar tras una decisión compartida entre los especialistas y los padres», reflexiona la doctora Serrano fijando esa línea invisible de las 23 semanas que separa la medicina del milagro.

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