Monterrey, el hogar inconcluso de Cayetana de Alba

Tertulias, reformas, pasadizos secretos... La historia no oficial del palacio salmantino

Jesús Aguirre, hace 36 años, de tertulia con Pedro Cátedra y Carmen Codoñer entre otros EFE

Patricia E. de los Monteros

La tarde del 11 de diciembre de 1981, con su omnipresente puro entre los dedos, Jesús Aguirre (1934-2001) departía sobre Nebrija y la introducción del Renacimiento en España. Quien por aquel entonces era duque de Alba debido a su matrimonio en 1978 con Cayetana Fitz-James Stuart (1926-2014) daba réplica a Fernando Lázaro Carreter, Pedro Cátedra, Carmen Codoñer, Margherita Morreale ... Filólogos, escritores y catedráticos, con una copa en la mano y los apuntes bien cerca, se habían reunido en uno de los salones del Palacio de Monterrey para conversar en el marco de la llamada III Academia Literaria Renacentista. Se acomodaron en las mismas butacas, pisaron las mismas alfombras y cerraron los mismos postigos que el pasado jueves contemplaban, entre curiosos y admirados, autoridades políticas y militares, periodistas y gentes de la vida social de Salamanca.

Tras una profunda rehabilitación, Monterrey, perteneciente a la Fundación Casa de Alba, abría sus puertas al público y allí estaban el alcalde de la ciudad y el actual duque de Alba - Carlos Fitz-James Stuart - felicitándose mutuamente por el logro de este proyecto. Entre ellos, el presidente del Senado, Pío García- Escudero , quien no acudió como tal, sino por haber sido uno de los arquitectos artífices de la anterior restauración del palacio, en 1985.

Monterrey, levantado en el siglo XVI, es uno de grandes monumentos platerescos de la capital del Tormes. Y aunque su impresionante fachada promete un interior de lujo, en sus estancias y corredores el visitante encuentra recogimiento, austeridad y cierto calor de hogar.

La misma estancia en la que se celebró aquella tertulia el jueves pasado Maya Balanya

Construido en el año 1539 por el III conde de Monterrey, quien financiaba la campaña de Carlos I contra el turco, el palacio quedó inacabado por falta de fondos. El conde ambicionaba unas dimensiones tres veces mayores , cuatro fachadas similares a la que hoy está en pie, patios, crujías y más salones; quería invertir 10 millones de maravedíes... Pero todo se quedó en la cuarta parte.

La casa guarda curiosidades fascinantes, como el pasadizo oculto ordenado por la condesa Doña Inés para unir el palacio con la iglesia de Santa María de los Caballeros; o el nacimiento napolitano de 30 piezas que el conde, siendo virrey en Nápoles, encargó como regalo para su hija, quien se encontraba en la clausura del convento de las Agustinas Recoletas, junto al palacio.

En los años 50

Cayetana de Alba con Alfonso XIII ABC

Declarado monumento nacional en 1929, el Duque Jacobo , padre de Doña Cayetana, ya acometió una primera restauración antes de la guerra civil. Asegura su nieto, Carlos Fitz-James Stuart, que a esta casa le tiene un cariño especial, pues fue de las mas frecuentadas por sus padres - Luis Martínez de Irujo y Artázcoz y Doña Cayetana-, quienes en los años 50 encargaron una gran reforma de ampliación a Manuel Cabanyes : ordenaron cerrar las galerías de los «sobrados», antiguos graneros de la planta superior, y transformarlas en dormitorio, salones y comedor. La decoración fue una tarea muy personal de la difunta duquesa, en un estilo clásico y confortable, aunque con guiños contemporáneos. Ella misma encargó los azulejos de Talavera y las telas pintadas. También adquirió el magnífico artesonado policromado mudéjar del siglo XV. Bajo esos techos durmieron los Reyes Alfonso XIII y Juan Carlos I , y por aquí transitó François Mitterrand .

«He de decir -cuenta el actual duque de Alba- que mi padre tenía un enorme apego a estas tierras castellano-leonesas regadas por el Tormes , a las que venía muy frecuentemente pues tomó personalmente la tarea de modernizar las explotaciones agrícolas que teníamos».

En 1982, meses después de la tertulia a la que nos referíamos al comienzo de estas líneas, Jesús Aguirre hizo un sorprendente descubrimiento. Los dos grandes paisajes que presiden el salón, y que se creían anónimos, resultaron ser dos raras obras de José de Ribera , encargadas por el conde de Monterrey: «Paisaje de fortín» y «Paisaje con pastores». A estas estas dos pinturas, las principales de Monterrey, Aguirre dedicó su discurso de ingreso en la Real Academia.

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