Claudio Ranieri en el jet de su amigo Vichai Raksriaksorn
Claudio Ranieri en el jet de su amigo Vichai Raksriaksorn - ABC

El milagro del hijo de la señora Renata

Claudio Ranieri, el técnico que ha maravillado con el Leicester, detesta las vacaciones, presume de optimista y lleva cuarenta años casado con su mujer

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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A la señora Renata le caían el lunes pasado los 96. Bien merecían un homenaje. De sus cuatro hijos, tres se dedican al negocio de las carnicerías en Roma, como su difunto padre, así que no había problema para que comiesen con ella. Más complicado estaba lo de Claudio, el vástago más joven, de 64 años, que resulta que es famoso y además vive en Inglaterra. Pero Claudio cumplió.

El domingo, tras empatar con el Leicester en Old Trafford, Ranieri se subió a un avión privado, un Gulfstream G 650, y voló a Roma para estar junto a Renata. El jet se lo prestó un millonario tailandés, la novena fortuna del su país, nacido hace 58 años como Vichai Raksriaksorn en una familia de ancestros chinos.

Ahora se apellida Srivaddhanapradha. Si apellidarse sí les está pareciendo una pesadilla, reconsidérenlo: el nuevo nombre fue un regalo del Rey de Tailandia, un honor para reconocer los servicios empresariales de su compañía, King Power, dedicada al duty-free aeroportuario.

Vichai fue en su juventud un buen jugador de polo, su afición. Pero en 2010 acudió a ver un partido del Leicester City, club inglés fundado en 1882. Le encantó el ambiente y compró el club por algo más de 30 millones de euros, calderilla para un patrimonio de 3.000 millones. Aun así, no parecía un buen negocio. La entidad arrastraba un pasivo 125 millones y era más bien serie B: había pasado recientemente ocho temporadas en Segunda y en el 2009 todavía estaba saliendo del equivalente a la Segunda B.

Nuevo fichaje

El pasado julio, Vichai fichó a un trotamundos del balón, el canoso Claudio Ranieri, que en tres décadas había pasado por una docena larga de clubes sin lograr un título sonado. Para más inri, venía de ser despedido como seleccionador griego por perder con Islas Feroe. Una risa. Cuando se anunció su fichaje, Gary Lineker, ex delantero del Barça y hoy gran Pepito Grillo balompédico de la BBC, subió a su Twitter una frase sardónica, algo cruel: «Ranieri. ¿En serio?». Hoy Lineker lisonjea a Claudio, padre de un milagro: ha ganado la Liga con el humilde Leicester. «Demasiado buenos para Segunda. Insuficientemente buenos para Primera», se decía tradicionalmente de los zorros, The Foxes.

La señora Renata ha contado que su hijo Claudio es un hombre que se cuida, que ha aparcado la pasta italiana por una dieta de ensaladas y judías verdes. En la comida del cumple, dio cuenta de un bistec con espinacas y luego se tomó un bol de fresas con zumo de limón y azúcar. A sus 96 años, Renata controla de fútbol, o al menos le interesa. Cuando Ranieri llegó por primera vez a Inglaterra en 2000, para dirigir al Chelsea sin tener ni flores de inglés, la matriarca lo telefoneaba para abroncarlo por sentar a algunos jugadores de su agrado.

Claudio Ranieri nació el 20 de octubre de 1951 en San Saba, cerca del Tíber y del Circo Máximo. Romano pata negra. Lo llamaba el fútbol y a los 18 fue fichado como central de la Roma, el club de su corazón (con permiso del Leicester). Pero no cuajó y lo transfirieron al Catanzaro, un equipo de Segunda de Calabria. Lo que perdió como jugador lo ganó personalmente, pues allí conoció a Rosanna, con la que sigue. Es la madre de su única hija, Claudia, una abogada de 35 años.

Rosanna, a la que no le interesa el fútbol aunque lleva cuarenta años casada con el gremio, se ha buscado la vida: es dueña de dos tiendas de antigüedades en Roma, llamadas Retro, con muebles de alta calidad. Pasa largas temporadas en la Ciudad Eterna mientras Claudio se enfrasca en su único tema: el balón. «A ella le gustan los muebles de calidad y a mí los futbolistas de calidad», bromea.

Fútbol 24 horas

El verano pasado, antes de recibir la llama del tailandés, estaban de vacaciones en Calabria y Ranieri se subía por las pareces: «Soy muy nervioso. Las vacaciones no son para mí”, ha contado. «El fútbol es mi vida» proclama, y asegura que piensa en él «todo el día, trabajando de ocho de la mañana a ocho de la noche». «Mr. Nice Guy», como lo apodan ahora en Inglaterra (antes era «Tinkerman», el arreglitos), presume de optimista: «Soy siempre un hombre muy positivo».

Su yerno da pistas de cómo es el Ranieri real, fuera de la imagen de latino coñón y entrañable que se ha labrado en Inglaterra: «Es tranquilo y serio, aunque sabe hacer una broma. También sabe cómo generar confianza en la gente».

Claudio y Rosanna se compraron una casa en el hoy carísimo barrio de Chelsea cuando él entrenó allí, entre 2000 y 2004. Lo echaron de un modo bastante humillante, pero nunca vendió la vivienda ni la han alquilado. Seguían viajando con frecuencia a la ciudad. «Londres es el mundo –dice Ranieri-; tantas culturas, tanta gente distinta…».

Aunque no es un tipo ostentoso, en Italia conduce un Ferrari. Dice que le gustan Modigliani, Cezanne y Monet y curiosear por las galerías. Sus preferencias culturales son más bien mainstream: su película favorita es «Ghost», con su almíbar lacrimoso; y en música le van los modernos Kasabian y el clásico Lloyd Webber, el rey del musical.

¿Cuál es el secreto del éxito del baqueteado Ranieri? «Lo más importante es el carácter. Lo segundo, renovar cada año tus ideas». Veterano, sí, pero nunca antiguo.

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