Petronella Wyatt y Boris Johnson
Petronella Wyatt y Boris Johnson - ABC

Boris Johnson, despellejado por una antigua amante

La periodista Petronella Wyatt lo describe al alcalde de Londres como solitario y depresivo

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Boris Johnson, de 51 años, alcalde de Londres hasta el próximo mes, es la figura más florida de la política inglesa, el único líder al que los británicos denominan solo por su nombre de pila. Ahora copa todas las miradas, porque ha lanzado un frontal desafío a su jefe de filas, David Cameron, y se ha convertido en mascarón de proa del Brexit. Boris siempre se ha considerado más brillante que Cameron, excompañero de Eton, Oxford y el club universitario de borracheras Bullingdon. La ambición rubia tiene una meta: ser el próximo primer ministro.

La imagen de Boris, con la que se ha metido a los simpatizantes tories en el bolsillo, es la de un tipo inteligente, muy inglés, de infalible sentido del humor, extravertido y extravagante.

Su dialéctica es políticamente incorrecta. «Si votas tory, tu coche correrá más y tu novia tendrá más talla de sujetador», proclamó en su primera campaña para ser alcalde de Londres. Su opinión sobre el matrimonio entre homosexuales fue sonada: «Si vamos a autorizar que se casen dos hombres, no sé por qué no podemos autorizar que lo hagan tres, o dos y un chimpancé».

Periodista de profesión y todavía hoy columnista y escritor, se mueve por Londres en bici. Lleva su rebelde pelo rubio cortado por él mismo a trasquilones. Asegura que «un par de gintonics me dan alas» y es un propagandista obsesivo de sí mismo. Durante mucho tiempo se le vio más como un ocurrente bufón, pero emerge un posible estadista.

Ataque frontal de la prensa

Tras su pulso contra el Número 10, casualmente Boris ha comenzado a recibir palos en la prensa. Matthew Parris, columnista de «The Times», exdiputado tory que hizo una sonada salida del armario en su día, lo ha destrozado en un comentado artículo. Lo llama deshonesto, traidor, mentiroso y vago y recuerda que engañó a su amante prometiéndole boda y dejándola con un embarazo que acabó en aborto. La amante en cuestión, Petronella Wyatt, periodista londinense de 48 años, también ha salido a la palestra. Ha escrito en su periódico, el «Mail», un retrato de Boris que viene a ser un sorprendente psicoanálisis del personaje: «Tiene más vueltas que un remolino», avisa.

Su Boris no es vago, «trabaja muy duro». Pero es «un solitario que busca desesperadamente que le quieran, porque dice que “fui el mayor de cinco hermanos y tuve que pelear por las sobras”». Asegura que suele mentir mucho, pero «solo porque no soporta una discusión, con sus mentiras siempre acaba haciéndose más daño a sí mismo que a los demás». Petronella, a la que su amante llamaba Petsy, destapa que Boris, todo risas hacia afuera, no tiene amigos, no soporta las fiestas, prefiere la vida casera, tiende a la depresión y elude alternar con hombres de valía.

Una frase clava al personaje: «Ama los chistes, pero no es un humorista. Es inteligente, pero muy introvertido. Oscila entre la efervescencia y la duda. Tiene aspecto de hombre feliz, pero su felicidad puede ser muy precaria».

El alcalde de Londres y su esposa Marina Wheer
El alcalde de Londres y su esposa Marina Wheer - ABC

La auténtica heroína de esta historia se llama Marina Wheer, tiene 50 años y es una ilustre abogada, miembro del Consejo de la Reina. Segunda mujer de Boris, amigo suyo de la infancia, se casaron en 1993 y son padres de cuatro hijos. Siguen juntos pese a las andanzas salaces del cónyuge y Petronella cree que «realmente se aman». Entre 2000 y 2004, Boris y su amante vivieron un romance por Londres que era un secreto a voces, incluido un fotografiado lote en un taxi, donde pidieron al conductor que les pusiese un casete de Petronella cantando a Puccini.

En noviembre de 2004 todo estalló. La madre de Petronella, una húngara, contó en el «Daily Mail» que el mes anterior su hija había abortado y que el bebé era del político. Poco antes, Boris había desmentido la relación: «Es una pirámide inventada de disparates». Al confirmarse, fue expulsado del Gobierno en la sombra del Partido Conservador, no por su adulterio, sino por haber mentido. Nada nuevo: de joven lo echaron de «The Times» por inventarse citas.

Tras Petronella siguió la fiesta, con hijo extraconyugal incluido en 2009. Ella se llamaba Helen McIntyre, una inteligente y guapa experta en arte, asesora del Ayuntamiento. Una sentencia judicial falló que la información era de interés público y merecía ser divulgada. El matrimonio de Boris y Marina volvió a aguantar.

Patronella era la subdirectora de la revista «The Spectator» cuando Boris la dirigía. El roce llevó a la pasión. Asegura que él se siente muy orgulloso de su sangre turca y que invocaba esos ancestros para justificar que el hombre no está hecho para la monogamia. Ella piensa que Boris, que se vende como el epítome de lo inglés y discípulo de Churchill, ni siquiera encaja en ese patrón: nació en Nueva York y tiene sangre francesa y turca. En cuanto a su modo de vestir, «ningún auténtico gentleman va así».

El secreto de la tristeza secreta de Johnson tal vez habite en su infancia. El divorcio de sus padres abrió una herida emocional que nunca se cerró.

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