EL PULSO DEL PLANETA

Roma, dividida por la batalla de los «sampietrini»

El ayuntamiento italiano afirma que contaminan y son un peligro para el tráfico

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Los «sampietrini» son uno de los símbolos de Roma, pero representan también un peligro. Ahora constituyen la última batalla que divide la capital, creando una gran polémica, en la que prácticamente interviene toda Italia, en torno a una pregunta: ¿Qué hacer con ellos: sustituirlos por asfalto, venderlos o trasladarlos de lugar? El asesor de Obras Públicas del ayuntamiento romano, Maurizzio Pucci, ha propuesto sustituirlos por asfalto y venderlos, porque tendrían muy buen mercado. Serían un «tesoro». Lo recaudado serviría para reparar los infinitos agujeros y escandalosos socavones en muchas calles de Roma. Ante la enorme polémica suscitada, Pucci defiende su propuesta, que cuenta con muchos apoyos: «Los sampietrini son peligrosos para el tráfico y hay que hacer más funcional la ciudad».

Los sampietrini, el típico empedrado del centro de Roma, toma ese nombre porque inicialmente procedían de la fábrica de materiales creada para construir la basílica de San Pedro. Inventados en la época del papa Sixto V, estos adoquines de basalto se utilizaron en las calles céntricas de Roma y en la de la plaza de San Pedro. Este pavimento parecía una buena solución en su época para el tránsito de carruajes. Pero hoy son muchos los que detestan estos «puñeteros» adoquines, en especial automovilistas y motociclistas, porque, sobre todo cuando llueve, constituyen un verdadero peligro. Las mujeres que pasean con tacones los odian. Si uno pregunta a un taxista por qué los amortiguadores de su coche están destrozados, la respuesta en general es que la culpa la tienen los adoquines y la mala conservación de las calles de Roma.

Otros defienden los adoquines porque consideran que son un símbolo particular de Roma y de su historia. Estos sampietrini son modestos si los comparamos con sus hermanos mayores: los grandes adoquines pentagonales que pavimentaron, por ejemplo, la via Appia; es decir, era ya un sistema utilizado en la antigua Roma, en la época imperial. La belleza de esas piedras romanas es una de las fascinantes características de Roma que no se puede discutir. Pero es evidente que el empedrado para resistir la carga de las carrozas y carretas, y la versión moderna de sampietrini, no es ya apto para soportar autobuses y camiones. Antiguamente se fijaban al suelo con una técnica que los hacía inamovibles. Hoy, por economía, las calles son empedradas sin la antigua paciencia y técnica, y al poco tiempo el suelo se queda irregular y los adoquines terminan por descolocarse. Son además muy caros: «Poner un metro cuadrado de adoquines cuesta 212 euros, la misma superficie de asfalto moderno vale 52 euros», afirma el asesor Pucci. Existe un problema añadido: la contaminación que produce el polvo fino que sale entre las juntas de los adoquines es muy perjudicial para la salud de los ciudadanos y la de los monumentos.

Souvenir para turistas

Algunos han puesto el grito en el cielo ante la idea de vender los sampietrini, por considerarlo una «ofensa» para Roma. El alcalde, Ignazio Marino, de centro-izquierda, se ha visto obligado a señalar que no se venderán, sino que serán utilizados para reparar calles en la periferia de Roma, lejos del centro.

Todo indica que, a no tardar, los sampietrini serán solo un recuerdo en el centro de Roma, objetos de culto y souvenir. De hecho ya lo son: a menudo, los funcionarios de aduanas sorprenden a turistas que se los llevan como recuerdo.

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