Unas jóvenes, antes de subirse al tradicional «búho» o bus nocturno madrileño
Unas jóvenes, antes de subirse al tradicional «búho» o bus nocturno madrileño - ángel de antonio
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Madrid, la ciudad insomne

La conocida vida nocturna de la capital sobrevive a la crisis y el cierre por horarios

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La capital de España ofrece múltiples posibilidades tanto para el turista como para el aficionado a la vida nocturna. El mayor control de horarios nocturnos ha diluido esta vida nocturna, pero todavía existen muchos sitios que mantienen el viejo espíritu trasnochador de la urbe. En la modernidad, es fundamental mencionar el Bar Picnic (Calle de Minas, 1), meca cultureta y que acoge a media luz a muchas de las celebridades de Madrid. Un poco más arriba, siguiendo la calle del Pez, domina la plaza de San Ildefonso, el café la Bicicleta, mezcla extraña entre club ciclista y garito hipster que tiene encandilados a los Erasmus que visitan la capital. Llegamos, entonces, a los sitios de copeo, llenos a partir de la medianoche, y que tienen como garitos dominantes la Sala Wurlitzer (Calle de las Tres Cruces, 12), el recientemente inuagurado WeRock (Costanilla de los Ángeles, 20) y la sala Clamores (Calle de Alburquerque, 14).

Sitios para acabar con «los huesos muy dislocados», que decía Olvido Gara.

Comida para todos

Muchos autores han hablado del «boom» de las hamburgueserías en Madrid, y es inevitable citar sitios como el Mad Café (Cava Alta, 13), Home Burger (Calle de Silva, 25), los inevitables Fridays y los laboratorios gastronómicos como Burger Lab (Calle de San Joaquín, 5).

Madrid tiene una gran tradición de vida nocturna, famosa desde la «movida»

Lo interesante es que este boom de la comida foránea, que incluye restaurantes de comida rápida griega e india, no ha desplazado todavía al casticismo, que tiene como puntal el bar Brillante (Plaza Emperador Carlos V, 8) o las Bravas (Pje Matheu, 5), ante la desaparición del llorado y sórdido Boñar de León. Una combinación entre bar de copas y restaurante es el curioso Harvey’s (Calle Fuencarral, 70), dedicado a una película de James Stewart y que ofrece una atmósfera cálida, lynchiana, que lo hacen muy concurrido por los «popes gafapastas». Y, como decía el clásico, hay que ser absolutamente moderno.

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