Las últimas «mujeres de la mar» del Cantábrico

Rederas, empacadoras y «neskatillas» del País Vasco y Galicia temen que sus oficios desaparezcan ante la escasez de relevo generacional

Adrián Mateos

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El paso del tiempo apenas ha hecho mella en la estampa de Ondárroa, un pequeño municipio situado en el noreste vizcaíno. Tierra de pescadores, algunos de sus vecinos conservan oficios tan pretéritos como indispensables para el porvenir de la marinería. Muestra de este acervo sociocultural se encuentra en la figura de la redera, cuya labor, sin embargo, ha sido tradicionalmente desdeñada. A orillas del Cantábrico se encuentran algunas de las últimas «mujeres de la mar» , que temen que la falta de visibilidad termine por dejarlas sin herederas.

En efecto, la escasez de relevo generacional se ha convertido en un problema a corto plazo para las rederas, empacadoras y «neskatillas» del País Vasco y Galicia. Así lo asevera un estudio del Departamento de Ciencias Políticas de la UPV/EHU, que argumenta que la principal causa de dicha situación radica en las duras condiciones laborales que a las que han de hacer frente las trabajadoras.

Pocos conocen los entresijos del oficio como Maite Burgoa , presidenta de la asociación de rederas vascas, que hace hincapié en la belleza de una profesión «esencial» para el sector pesquero. A sus 64 años, la vizcaína está cerca de saldar su deuda con la mar, a la que se entregó desde que era tan solo una niña. La técnica, afirma, prácticamente no ha sufrido variaciones desde entonces: aguja en mano, las trabajadoras confeccionan y mantienen los aparejos de los barcos en un ritual centenario no apto para mentes frágiles.

«Es importante trabajar las mallas rápido y estar siempre en tensión, porque los barcos entran y entran», explica Burgoa, que subraya que el cargo requiere de la «total disponibilidad» de unas empleadas que han de hacer frente a «todas las inclemencias del tiempo» . En este sentido, argumenta que las rederas realizan su faena prácticamente «a la intemperie», lo cual produce a la larga daños en los huesos y articulaciones. Dificultades que disuaden a los más jóvenes a la hora de entrar a formar parte del grupo, lamenta la redera vizcaína, que reclama a las administraciones una mejora de sus condiciones para hacer su profesión «más atractiva» para las nuevas generaciones.

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El Ministerio de Agricultura sabe del problema que supondría la desaparición de las rederas, que resultan «indispensables para la pesca». La administración subraya que solo ellas «pueden realizar un trabajo tan minucioso y delicado» como mantener el buen estado de las mallas. Sin embargo, las asociaciones sostienen que muchas de las profesionales tienen más de 50 años, y que por debajo de la cuarentena no se encuentra a nadie que sepa reparar redes.

El incipiente empoderamiento de las «mujeres de la mar» ha supuesto un «punto de inflexión» para las trabajadoras, que ahora gozan de mayor visibilidad. Así lo afirma la investigadora de la universidad pública vasca Patricia Martínez, que sostiene que ha llegado la hora de «completar el cuadro que siempre cuenta la historia de los hombres».

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