Un montañero vasco en la cima del mundo

Iñaki Carranza desvela sus vivencias en el Himalaya y otras de las montañas más imponentes

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Con el Himalaya a sus pies y el Nepal en el horizonte, Iñaki Carranza no pudo evitar sentirse embargado por un cúmulo de emociones. «El paisaje eclipsa» , asegura el alpinista vasco, que reconoce que su vida en la montaña le ha «cambiado totalmente a nivel personal». Unas vivencias en las que profundizó en el centro comercial Max Center de Baracaldo, que ha organizado una serie de talleres destinados a enseñar a los niños la importancia del cuidado del entorno .

Los más pequeños pudieron descubrir de primera mano los secretos del avezado alpinista, que ha dedicado cuatro décadas de su vida a viajar por las montañas de todo el mundo. Una ambición que le ha llevado a conocer cumbres tan singulares como las del gélido Mc Kinley , en Alaska, el Damavand de Irán o el Kilimanjaro africano. Su debilidad, confiesa a ABC, es el Himalaya, donde ha realizado diversas expediciones.

«Son las mejores montañas de la Tierra», sentencia Carranza, que explica que buena parte de su fascinación por el Himalaya radica en las virtudes de los nepalíes. Gente que, «a pesar de su precariedad», siempre «trata de mantener la sonrisa y ayudar en todo lo posible ». «Aquí en occidente nos suicidaríamos con las condiciones que tienen en Nepal», puntualiza el alpinista, que pone de relieve el peso del hinduismo y el budismo en el estilo de vida y el modo de ser de los habitantes del país asiático.

Cuevas gélidas y «calderas del infierno»

No son los del Himalaya, sin embargo, los únicos «recuerdos imborrables» de Carranza, que a lo largo de su trayectoria se ha enfrentado a la furia de las montañas más imponentes del mundo. «Uno de los momentos más duros que se me vienen a la cabeza fue la semana que estuvimos en una cueva de Mc Kinley a 40 grados bajo cero », cuenta el alpinista. Un clima totalmente opuesto al que halló en el volcán Erta Ale de Etiopía, el cual describe como la «caldera del infierno».

Tampoco ha podido eludir «alguna caída» o tormentas como las que le persiguieron durante tres días durante su travesía por los collados de 2.000 metros que acompañan las fuentes del Ganges. La llegada a la cima «hace que se olvide» cualquier angustia anterior, aunque el propio Carranza reconoce que lo que desea un alpinista cuando alcanza la cumbre «es volver a bajar». Porque la expedición, afirma, no termina en la cima, sino en el campamento base. «Arriba sientes emoción, te sientes eclipsado por el paisaje —explica— Pero cuando es cuando regresas cuando sabes que has terminado».

Para hacer frente a las adversidades, Carranza pone de relieve la importancia de tener «un mínimo de condición física» y analizar la meteorología y las vías de acceso a las cimas: «Hay que saber muy bien por dónde se va a ir», puntualiza el montañero, que añade que es imprescindible portar un material adecuado para minimizar los peligros en un «medio hostil».

Conocimientos que ha enseñado durante la última semana en el centro comercial Max Center de Baracaldo (Vizcaya) , que ha organizado unos talleres destinados a concienciar a los más pequeños sobre la importancia del cuidado del entorno y las posibilidades de ocio que este ofrece. Al respecto, Carranza asegura que el País Vasco es uno de los territorios donde más se cuida la formación para el montañismo «tanto a nivel ambiental como técnico».

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