Uno de los voluntarios trabaja sobre la posada del belén
Uno de los voluntarios trabaja sobre la posada del belén - ISABEL PERMUY

Tradición y artesanía para el belén de Sol

La Asociación de Belenistas de Madrid firma el nacimiento de la Comunidad de Madrid, con 500 figuras y unos 150 metros cuadrados

Madrid Actualizado: Guardar
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El valor artesanal, en el sentido más estricto del término, define al belén que se exhibirá desde el próximo 8 de diciembre en la sede de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol, con más de 150 metros cuadrados de superficie. Cada detalle del nacimiento a excepción de las figuras, unas 500, ha sido elaborado a mano por unos veinte voluntarios que, sin más aliciente que su satisfacción personal, perfilan palacios, montañas, casitas y ornamentos.

Desde lo más amplio, como la fortaleza de Masada, morada del rey Herodes, hasta lo más minúsculo, como unos libritos de dos centímetros, escritos a mano en hebreo, cumple con esta premisa. Todo se ha tallado artesanalmente durante poco menos de un año en el taller de la Asociación de Belenistas de Madrid, que se encarga de su montaje.

Según explica Fidel Segovia, vicepresidente de la asociación, el 2 de febrero terminan con el belén de un año concreto y, solo un día después, empiezan a trabajar en el próximo.

A menos de una semana para que se instale el de esta Navidad, Segovia confiesa que «trabajan a contrarreloj» para que todo esté a punto en la fecha prevista. Atrás quedan cientos de horas de trabajo que han convertido el poliespan en verdaderas obras de arte; réplicas exactas de una pared de ladrillo, un suelo empedrado o una muralla. Este material, junto a la madera, son la base del belén de la Comunidad.

El atractivo oculto de la obra es que, efectivamente, todo está hecho de forma altruista, fundamentalmente por aficionados. Se trata de una suerte de terapia ocupacional cuyo soporte es el gusto por los belenes y la artesanía. La satisfacción posterior, por supuesto, coincide entre todos estos orfebres. Paco Álvarez, que participa en su quinto belén, indica a ABC el «orgullo» que siente «cuando la gente se queda con la boca abierta» ante su trabajo. Como él, Sagrario García, aporta su talento por «amor al arte». Cada cual, según apuntan, «emplea las horas que puede». Víctor Hortelano, ya jubilado, asegura que dedica unas «40 horas». Su firma, mezcla de maña y arte, estará en las construcciones de casas y posada adosadas a la vieja muralla. Lo único que lamenta es que un compañero, Fernando de Miguel, no pueda estar junto a ellos por enfermedad.

Denominado como el viaje, sin echar en falta ningún pasaje, la concepción de este belén contrasta con el instalado en CentroCentro, tanto en el tamaño como en la dedicación. Apenas ocho metros cuadrados y unas cuarenta figuras, en dos horas de trabajo en Cibeles, poco tienen que ver con las cifras señaladas. Desde hoy, las piezas comenzarán a trasladarse a Sol con el mismo cuidado con el que se han constituido. Pensado como un mecano, volverán a encajarse como cada año, en concreto desde 2003.

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