La oficina flexible despega en el Madrid pospandémico

Ni trabajo ni presencialidad, la evolución del 'coworking' se perfila como la nueva fórmula laboral

Casi dos años después del confinamiento y su duro golpe al sector, la ocupación de estos espacios ronda el 75%

La 'sala innovación' de la oficina flexible de Loom, en el barrio de Salamanca ISABEL PERMUY

Cris de Quiroga

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Paredes blancas y tubos de ventilación enmarcan un local diáfano de aire industrial salpicado de jóvenes absortos en sus portátiles. «Dream it, make it», («Sueña, hazlo», en inglés) motivan unas letras desde un mural multicolor. La sala de bienvenida da paso a la bautizada como «sala innovación», un espacio a dos alturas con una cubierta acristalada, atestado de plantas y mesas, muchas mesas. El que fuera el patio de luces de una fábrica de productos ortopédicos, erigida en el barrio madrileño de Salamanca, se ha convertido en sede de la nueva fórmula laboral azuzada por la pandemia . La evolución de lo que hace una década nació como 'coworking' .

Un grupito se arremolina en la puerta de la oficina flexible de Loom en la calle de Don Ramón de la Cruz, apurando algunos cigarrillos antes de internarse en esta burbuja diseñada para el trabajo del futuro. «Nos gusta cómo lo tienen estructurado, porque es cómodo y por la oferta de servicios», opina Marco Conde, CEO de Motoreto, una plataforma especializada en la venta de coches de ocasión. Las oficinas centrales de esta empresa constituida hace solo año y medio están ubicadas en Leganés, pero cuando tienen que trabajar con su agencia de comunicación, Social News, se mudan al barrio de Salamanca. Allí comparten techo con otras 'start ups', jóvenes 'freelance' y, sobre todo, empleados de grandes empresas .

La imagen de emprendedores 'hipster' que maquinan codo con codo su próxima idea innovadora y rentable en un cubículo sin jerarquías ya es cosa del pasado. «El 70% de nuestros clientes es corporativo», cuenta el director de Loom, Fernando Ramírez, bajo la cúpula translúcida que corona el local de 2.100 metros cuadrados del barrio de Salamanca. La marca Loom pertenece a Merlin Properties, la inmobiliaria dueña del mayor parque de oficinas de España , con 1,3 millones de metros cuadrados y 112 edificios. En un puñado de ellos, en el último lustro, conviven oficina tradicional y flexible.

A raíz de la última crisis de 2008, que legó unas plantillas inestables que engordan y encogen a merced de los ciclos económicos, del empujón que ha tomado el emprendimiento, con 'start ups' que desconocen su futuro, y del afán de libertad entre los jóvenes trabajadores, la oficina flexible se perfila como solución. La propia Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid alquila su edificio del paseo de la Castellana a Merlin y, a la vez, ha contratado el formato flexible para un proyecto de digitalización a dos años vista en el espacio de Loom de la calle de la Princesa. «El cambio de paradigma es que el producto es el mismo, lugares de trabajo, pero hasta hace unos años se consumía por metros cuadrados en un contrato de arrendamiento a largo plazo», explica Ramírez, «y ahora se pasa a una especie de modelo de suscripción libre, como el wifi, Netflix o Spotify ».

La oficina flexible —un concepto más amplio que el 'coworking'— destierra el mundo binario de teletrabajo y presencialidad que despegó con el Covid-19. El sector, que tuvo sus mejores cifras en 2018 y 2019, sufrió un duro golpe con la crisis sanitaria. Wework, la multinacional que abrió en 2010 en el Soho neoyorquino el camino hacia este modelo de negocio, estuvo a punto de la quiebra. Un contrato flexible no ata como un contrato de arrendamiento a largo plazo y sus oficinas se vaciaron.

No obstante, casi dos años después del confinamiento, «hay más demanda que antes del Covid» , asegura por teléfono el presidente de la patronal Proworkspaces, Eduardo Salsamendi. La ocupación de las oficinas flexibles, ligada también a las oleadas víricas —con la variante Ómicron volvió a desplomarse—, ronda el 75% desde el último trimestre de 2021 y las previsiones de los operadores apuntan a que la cifra crecerá o, al menos, se mantendrá.

Una carta de servicios

La transformación del 'coworking', que surgió con la premisa de aunar empresas y compartir sinergias, ha derivado en una oficina a la carta. En los espacios de Loom, por ejemplo, se puede pedir cita con un fisioterapeuta, hacer yoga en la azotea, incluso llevar al perro y darle galletitas gratis. «Somos más felices», reconoce la directora de comunicación de Loom, Maite Acinas, «no solo vienes a trabajar, vienes a hacer 'networking', a hacer actividades, a hacer cosas nuevas y a favorecer tu bienestar».

Cada oficina flexible de Loom, como ocurre con algunas cadenas hoteleras, tiene su atmósfera particular: desde la terraza que sobrevuela los tejados castizos del barrio de Las Letras hasta las vistas panorámicas de las cuatro torres que regala un rascacielos junto al nudo de Manoteras. Cada una ofrece también sus propios precios. Los operadores en las ubicaciones más exclusivas de la ciudad cobran hasta 500 euros al mes por puesto de trabajo , y la horquilla desciende hasta los 100 euros mensuales en las zonas más económicas.

Según los últimos datos de la patronal, de octubre de 2021, en Madrid existen 242 oficinas flexibles y otras 63 en el resto de la región. El 'boom' se produjo cuando, al margen de las multinacionales (Wework, IWG), las dos grandes socimis que cotizan en el Ibex 35 metieron la cabeza en Barcelona y Madrid; Merlin a través de Loom y Colonial con su filial Utopicus. Aunque la capital posee más metros cuadrados de estos espacios, la Ciudad Condal gana en proporción. El nicho, no obstante, es todavía muy pequeño.

Madrid concentra el 1,26% de los metros cuadrados totales destinados a oficinas (y Barcelona el 2,57%). «Estamos creciendo cada año al doble dígito porque tenemos mucho campo de crecimiento», puntualiza el presidente de Proworkspaces. La incógnita es la cima. «Hay estudios que dicen que dentro de 10 años va a doblar, triplicar, y que se va a estabilizar en el entorno del 20 y el 30%», señala el director de Loom. Mientras tanto, hay un factor clave, como dice Ramírez: «La gente está harta de estar en casa, harta».

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