La metamorfosis de Madrid

Un libro describe cómo cambió la ciudad en los últimos años de la dictadura y los primeros de la Transición

Jóvenes bailan en Las Ventas en el concierto de Los Beatles (1965) JAIME PATO
Sara Medialdea

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La capital de España cambió (y mucho) en los últimos años del franquismo y los primeros de la Transición. Y lo describe con maestría y todo lujo de detalles el periodista Pedro Montoliú en su último libro, «Madrid, de la dictadura a la democracia, 1960-1979», de Silex, Colección Periodismo Histórico. La ciudad creció incontroladamente tanto en población humana como, también, rodada, y todo ello dejó reflejo sobre sus calles, plazas y aceras.

De una forma amena y con un enorme despliegue documental, el cronista de la Villa explica cómo cambió Madrid en esos 19 años y 4 meses, hasta transformarse totalmente. Si población creció en 1,1 millones entre 1960 y 1969, en 1973 se documentaban 101.000 personas viviendo en chabolas o infraviviendas .

Más coches

Relata cómo, en un curioso efecto mariposa, el aumento de demanda de vivienda trajo consigo la especulación y la subida de precios, y también la necesidad de irse a vivir a zonas más alejadas -y más económicas-, lo que obligaba luego a largos desplazamientos hasta el lugar de trabajo. Lo que se tradujo en un aumento del parque automovilístico, que creció en 1,3 millones . Y consecuencia de ello fue que la ciudad se puso «al servicio del automóvil»: desaparecieron bulevares, muchas plazas se levantaron para construir aparcamientos y se levantaron «antiestéticos escalextric en Atocha o Cuatro Vientos».

Los números son rotundos: en 1959 había 238.000 vehículos matriculados en Madrid; en 1964 eran ya 418.000 y en 1971 se matriculó el número 900.000. Explica cómo los primeros semáforos llegaron al paseo de las Delicias o a Santa María de la Cabeza en 1960. El libro permite perderse en aquel Madrid que fue y que se iba transformando por momentos, con eventos como la inauguración del Palacio de los Deportes, de la Ciudad Sanitaria Francisco Franco -ahora Gregorio Marañón-, de La Paz o de la Universidad Autónoma, el Zoo o el Palacio de Congresos y Exposiciones.

A Madrid llegaron visitas famosas como Christian Barnard, Los Beatles -que dieron un prodigioso concierto en Las Ventas ante apenas 10.000 personas-, Richard Nixon o Gerald Ford. Se construyeron las «UVAs» , o unidades vecinales de absorción, en varios puntos de la periferia, como prefabricados que sirvieran de solución al chabolismo de forma provisional, y alguna de las cuales sobrevivió 50 años...

Madrid ganó grandes operaciones como AZCA o el nuevo eje de la Gran Vía de San Francisco, pero perdió inmuebles singulares como el Mercado de la Cebada o el Palacio de Medinaceli, en Colón. La amenaza sobrevoló inmuebles tan representantivos como el cuartel del Conde Duque, el Palacio de Linares o el estadio de Chamartín, cuya demolición y venta del solar le fue «planteada verbalmente al comisario general de Ordenación Urbana por Santiago Bernabéu y Raimundo Saporta», relata, con la idea de trasladar luego el campo a la parcela de la Ciudad Deportiva, donde hoy están las Cuatro Torres. Hasta el cine Doré estuvo a punto de caer bajo la piqueta.

Madrid «sucio»

Eran tiempos, recoge Montoliú en su obra, en que la bajada de bandera de un taxi costaba 5 pesetas , en que se alargaron los andenes de 17 estaciones de Metro para duplicar su capacidad; en que los periódicos -¿les resulta familiar?- se quejaban de la falta de limpieza en las calles de la ciudad...

La última obra de investigación de Montoliú permite viajar al pasado como si lo estuviéramos viendo a vista de pájaro: cómo Simago abrió sus dos primeros locales en la ronda de Valencia y Montera, al tiempo que las autoridades debían enviar camiones-tienda a algunos barrios para garantizar el abastecimiento. Un Madrid de contrastes, donde se hacía la «guerra del pan», se construía la M-30 y se «inauguraba» el vertedero de Vaciamadrid; nacía la niña número 3 millones y se buscaban los restos de Lope de Vega bajo la iglesia de San Sebastián.

Ya entonces había ocurrencias: el concejal Ezequiel Puig Maestro-Amado, explica el autor, propuso construir una vía subterránea entre las calles de Alfonso XII y Alcalde Sainz de Baranda, y un gran aparcamiento bajo el Paseo de Coches del Retiro conectado al túnel.

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