El Kinze de Cuchilleros es una de las peluquerías más antiguas de la capital
El Kinze de Cuchilleros es una de las peluquerías más antiguas de la capital - BELÉN RODRIGO

El Kinze, la peluquería favorita de Javier Cámara y Pérez Reverte

Abierta desde 1900, sus paredes nos cuentan parte de su interesante historia

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En el número 15 de la calle Cuchilleros siempre hay un continuo entrar y salir de personas. Allí se encuentra una de las peluquerías de caballero más conocidas y más antiguas de todo Madrid. La simpatía y la profesionalidad de su personal se unen al encanto del lugar donde numerosos recuerdos y fotos antiguas permiten realizar un recorrido por su historia. En 1900 Eladio Gurumeta se traslada a este local aunque ya era propietario de otras dos peluquerías. A su muerte, su viuda deja el negocio a manos de uno de los empleados, Fernando Coello, quien a su vez se lo traspasará, con el tiempo, a su hijo Guillermo. Este último, al no tener descendencia, lo acaba vendiendo a dos de sus empleados, Rafael López y Alfonso Sanchidrián.

En la actualidad, Rafael sigue al mando de la peluquería junto con el hijo de Alfonso, que tiene el mismo nombre que su padre. Durante mucho tiempo esta tradicional barbería no tuvo ninguna denominación comercial y pasó a ser conocida por el número de la calle donde se ubica, el 15 de Cuchilleros. Hasta que hace 20 años optaron por llamarla oficialmente el Kinze de Cuchilleros.

«Aquí tiene nombre la peluquería, no sus empleados», comienza por decir Alfonso Sanchidrián para justificar la buena fama de esta barbería. «Todos los oficiales que aquí trabajan tienen un gran nivel», añade. Para este peluquero poco hay que inventar en un corte de pelo, lo importante «es hacer bien el trabajo y aquí se remata muy bien cada corte» y se perfilan todos con navaja. En esta casa se realizan todo tipo de cortes. «Si nos hemos mantenido ha sido porque nos actualizamos», subrayan los propietarios. Aproximadamente el 30% de los clientes opta por un corte de pelo clásico, «vale para cualquier edad» y después depende de las modas. «Por aquí hemos tenido todas, como corte tazón, cresta, cepillo cuadrado, cenicero o pelo punta», recuerda sonriendo Alfonso quien lleva 30 años en el oficio. «Hace 20 años, los hombres se cortaban el pelo como cuando eran pequeños, no cambiaban el corte, pero ahora es diferente, buscan otra imagen». Entre las modas actuales está el corte tupé y el pelo largo en caballeros «ya apenas se ve». El 60% de los clientes no tiene preferencia en el peluquero que le atiende pero el 40% restante es fiel a las manos de uno u otro profesional. En el caso de Rafael López, el otro propietario, ya lleva en esta casa 52 años, por lo que ha establecido una relación de amistad con muchos clientes. ¿De qué se habla en una peluquería de hombres? «Aquí somos muy discretos con la privacidad de la gente y acabamos hablando de las noticias del día», asegura Alfonso. «Y del tiempo, que es siempre un tema recurrente», añade. Y es que las condiciones meteorológicas afectan también a este negocio. «Cuando empieza una ola de frío baja la afluencia y cuando llega el calor se llena la casa».

Alfonso recuerda que antiguamente se utilizaban indistintamente los nombres de peluquería y de barbería, aunque ahora «las personas confunden los términos». En el Kinze de Cuchilleros nunca se ha dejado de trabajar la barba aunque actualmente se ha puesto muy de moda. «Durante un tiempo aparecía una barba cada tres días para retocar mientras que desde hace unos años podemos recibir diez barbas diarias».

Diversidad de clientes

Por esta peluquería pasan clientes de todas las edades y clases sociales, del barrio y de otros muchos puntos de la ciudad, incluso de otras provincias y hasta del extranjero. Los clientes habituales, por media, acuden cada dos meses. Más de la mitad de los que allí llegan lo hacen sin reserva. «Somos seis compañeros trabajando y normalmente hay que esperar muy poco. Entre las anécdotas con los clientes Rafael recuerda una cuando se cogía número para la vez y un día que un señor compró el turno a otro por 3.000 pesetas. En las paredes se conservan lista de precios antiguas «donde se puede ver bien la inflación que existía», aseguran. En 1961 un corte de pelo de caballero costaba 10 pesetas y en 1967 había subido hasta 30 pesetas. ¿Y actualmente? «Tenemos precios muy competitivos», aseguran en el Kinze. Un corte cuesta 12,5 euros.

Por esta casa se pueden ver muchos rostros conocidos. Los Loco Mía, por ejemplo, han confiado sus atrevidos looks a estos peluqueros. Es cliente habitual el escritor Arturo Pérez Reverte o los actores Javier Cámara y Javier Gutiérrez. En ocasiones los peluqueros de esta casa han rodado películas como es el caso de Rafael, que participó en el rodaje de El asesinato de Carrero Blanco. Alfonso cortó el pelo del protagonista en la película Taxi aunque no es él quien sale en la escena. Otras veces utilizan la peluquería para grabar anuncios o sesiones de fotos. «Y Alfonso es un gran dibujante en la cabeza», cuenta Rafael. Consigue hacer animales, ciudades y otros objetos. «Es una técnica laboriosa y luego el cliente tiene que atreverse a llevar el pelo con un dibujo», advierte Alfonso.

Los sillones no han cambiado desde 1958
Los sillones no han cambiado desde 1958 - BR.

Esta peluquería se mantuvo abierta durante la Guerra Civil. «Se cerraba la puerta principal con las maderas pero se recibía a los clientes por la puerta de atrás, que da al portal de la calle Toledo 16. Se trabajó de incógnito», cuentan los propietarios. En esta casa se conservan utensilios antiguos con los que se cortaba antiguamente el pelo como una máquina con motor. «Venía de América y los peluqueros de Madrid se acercaban a verla», explica Alfonso. También se puede observar una máquina de desinfectar con gas de 1900. Los sillones son parte del mobiliario más valorado de la casa. «Se cambiaron en 1958. Eran de Ricardo Coello, hermano de Guillermo, que tenía también una peluquería. Los anteriores eran más bonitos pero más pequeños», recuerda Rafael. Esta peluquería llegó a tener hasta 12 sillones y uno de sus antiguos dueños, Guillermo Coello, fue presidente de la cooperativa de peluqueros. El suelo se restauró, con azulejos sevillanos, y todavía se conservan algunos muebles de comienzos del siglo XX. Entre las curiosidades del funcionamiento de una peluquería descubrimos que el pelo que se corta y se barre del suelo es muy útil para echar alrededor de las huertas. «Los animales no entran porque huelen a humano», cuenta Rafael.

Pequeños, jóvenes, adultos y mayores siguen depositando la confianza en esta peluquería. La de toda la vida. Y todo indica que así siga siendo durante muchos más años.

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