Mi agenda en Madrid para este fin de semana

Hughes invita a visitar un parque con la Constitución bajo el brazo y a irse luego de bares (castizos)

El columnista de ABC cree que puede ser una «experiencia casi político-cultural ir a hacer el afrancesado» con su lectura al Capricho, tras lo cual se imponen raciones de orejas, bravas y caracoles por la zona

Hughes

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Me pide el periódico un plan madrileño para este fin de semana. Como acabamos de vivir el puente de la Constitución , es deber cívico leerla, propongo agarrar un ejemplar de ‘La que entre todos nos dimos’ y visitar los jardines del Capricho , en la Alameda de Osuna, un lugar muy especial, no demasiado conocido y abierto los fines de semana.

El Madrid de las quintas es un Madrid singular dentro de lo urbano, un Madrid secreto, casi olvidado, con remansos de tranquilidad y encanto. Este tiene además unos hermosos jardines románticos que son un buen sitio para abrir la Constitución y leerla rodeados de naturaleza y razón, de fuentes y estanques, sin que aparezca una banda juvenil ni un club canino, en condiciones de considerable afrancesamiento.

Estos jardines los mandó realizar al final del siglo XVIII la duquesa de Osuna , mecenas de Goya, que la retrató. Mujer muy culta, se trajo jardineros de Francia, versallescos, para proyectar en Madrid unos jardines de estilo inglés, más romantizados, agitados y vivos que el de las geometrías absolutistas. Además del componente inglés y francés, el jardín, rico en ambientes, tiene una parte italiana.

Su belleza delicada y superviviente, como si denunciara en sus rincones etapas de abandono, nos sugiere un cierto misterio, un Madrid hipotético . Se percibe la intención proyectada, el fragmento de europeidad.

En ese jardín propicio al pasatiempo y al paseo, puede ser una experiencia casi político-cultural ir a hacer el afrancesado a sus espacios de inspiración ilustrada con la Constitución bajo el brazo. Leerla allí para recibir, o no, la influencia de sus dos siglos de ajardinada frialdad racional. Si no nos entra allí, ¡ya no nos entrará en ningún sitio!

Podría ser este jardín perfectamente el centro de reunión de liberalios, el lugar de juegos florales centristas. En sus parterres, ensayar la más poética moderación. Temerariamente dejo aquí la propuesta.

Los jardines tienen templetes de columnas, espacios neoclásicos en los que parece que sobrevive un instante romano, bustos de emperadores que nos miran. Allí se pueden ir a hacer el grecolatino, hay a la vez un jugueteo racionalista y un desasosiego prerromántico, un intríngulis vivo, juguetón, 'rousseauniano'. Se dice que el jardín tiene hasta un fantasma, un fraile que vaga entre la vegetación y descansa bajo una pirámide, probablemente de inspiración masónica, simbolismo que abunda en el jardín.

Quien quiera podrá ir allí a presentir como afín el alma torturada de ese fraile; el que no, podrá ir a sentir el regocijo mandilón de las geometrías.

Los jardines fueron, además, lugar del Cuartel General de la República en la defensa de Madrid, y entre sus árboles y setos circularon los tanques soviéticos.

En ese bello y misterioso lugar conviven, pues, simbologías, recuerdos y ecos ilustrados, afrancesados, masónicos y finalmente soviéticos. Todo eso nos provocará un cierto escalofrío que habrá que arreglar tomando algo . Pero antes de irnos, allí, bajo esa conjunción de fuerzas no muy españolas, leer el aberrante título VIII de nuestra Constitucion puede ser una experiencia reveladora, distinta, conjuradora. Quizás la Constitución pueda abrirse para nosotros, revelar su verdadera naturaleza: lo que tiene de española y lo que tiene de antiespañola. ¿No han sido todas nuestras constituciones jardines foráneos? Mientras percibimos el espíritu del jardín, su exacto equilibrio de artificiosiad y naturaleza, podremos recibir ese ‘flash’ de extrañeza, un iluminador parraque constitucional.

Los jardines serán también el 'chechez la femme' de rigor: buscaremos su propia Venus, que la tiene, para homenajear después la finura, elegancia e inteligencia de la duquesa de Osuna. La sensibilidad feminista también será atendida.

Antes de irnos, en el Templete, en escorzo de hedonismo liberalio, simularemos una ofrenda final a la figura de Baco, lo dionisíaco encerrado allí entre columnas, y lo liberaremos, nos iremos con esa mitología a cuestas; saldremos, sedientos, buscando algún bar cercano. A lo que es Madrid sin embeleso. A lo que ofrece la zona: San Blas, Canillejas, Barajas, Alcalá hasta Ventas… El Bar los Mellizos en Canillejas está especializado en caracoles; en San Blas hay un Mesón de la Oreja . El Bar Docamar , en Alcalá 337, ofrece unas renombradas patatas bravas, bien picantes, que regadas con fría cerveza de barril nos entonarán el cuerpo. Yendo más hacia el centro, cerca ya de la plaza de Toros, encontraremos los boquerones de Casa Braulio ...

Es aconsejable un recorrido así, ese contraste entre el afrancesamiento insular del jardín, quieto en el tiempo, y el casticismo obrero y picantoso (trilogía: oreja, bravas, caracoles) del Madrid cercano para comprender lo que es Madrid y lo que quizás sea y no sea una Constitución.

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