Pío Baroja, en una visita a la Cuesta de Moyano, en el año 1926
Pío Baroja, en una visita a la Cuesta de Moyano, en el año 1926 - ABC

Cuando los libros de la Cuesta de Moyano servían «para envolver carne, fruta y pescado»

Antes de 1925, cuando llegaron a su emplazamiento actual, los libros compartían espacio con otros puestos de viandas

Madrid Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hubo vida para el libro viejo y a buen precio antes de que los casetas llegaran, allá por el año 1925, a la Cuesta de Moyano. Por entonces la feria de libros era más bien un conjunto algo anárquico de puestos con libros que compartían espacio, en el Paseo del Prado justo a los pies de la verja del Real Jardín Botánico, con otros puestos en los que no se vendía cultura, sino productos algo más mundanos: carne, fruta y pescado.

«Y precisamente los vendedores de estos otros puestos eran los mejores clientes de los libreros», avanza Armando Castrillo, quien desde el puesto número 29 avanza —riéndose— que no lo hacían precisamente por ser amantes de la Cultura: «Más bien utilizaban las páginas grandes para envolver los productos que vendían».

Más allá de la anécdota, en esos años previos a 1925 fue cuando se gestó el primer gran cambio para los libreros que, a la postre, serían los pobladores de las 31 casetas de la Cuesta de Moyano. En parte por ver cómo sus libros eran consumidos como envoltorios y en (gran) parte por la iniciativa de un grupo de intelectuales encabezados por Pío Baroja, la feria —en una época en la que el alcalde era el Conde de Vallellano— llegó a la Cuesta, pero a la acera contraria; un lugar que pronto abandonaron porque «hacía un frío de narices».

Con las casetas en su emplazamiento actual, el tiempo ha seguido pasando por libros y vendedores que, aún hoy, añoran aquellos días en los que circulaban coches por allí: «Nos fastidiaron con la peatonalización».

Pese a ello, la vida sigue y, desde hace unos años, dos figuras custodian las casetas. En la zona superior, de espaldas al Retiro, Pío Baroja; y en la parte inferior, mirando hacia Atocha y marcando el inicio de la Cuesta, el hombre que le da nombre: Claudio Moyano. «Fue el ministro de Instrucción que obligó a los padres a llevar a sus hijos al colegio con el castigo, si no lo hacían, de ir a la cárcel», relata Castrillo. Eso sí que fue una apuesta por la Educación y la Cultura y no lo de envolver pescado con ella.

Ver los comentarios