Daniel sonríe al ver a su hija Carlota, de 4 años, mirarse con Fusco, un can de palleiro de 9, en el hospital
Daniel sonríe al ver a su hija Carlota, de 4 años, mirarse con Fusco, un can de palleiro de 9, en el hospital - M. MUÑIZ
Terapia con perros y niños autistas en el hospital

También el mejor amigo del médico

Los «doctores» Venus, Fusco, Marrón y Yogui andan a cuatro patas y no visten bata blanca, pero a su manera, ayudan

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La sala de espera estalla, de repente, en «vivas» y gestos de celebración. Carlota no sabe por qué. Su padre Daniel aplaude. Fusco y Venus miran tranquilos como han hecho durante toda la mañana. La investigadora Adriana Ávila se apresura a grabar en un mensaje de audio de su teléfono móvil lo que acaba de ocurrir en la sexta planta del hospital Teresa Herrera de La Coruña. Carlota sufre autismo, como su hermano Lucas. Tienen 4 años, son mellizos y al nacer, con 25 semanas, entre los dos no sumaban un kilo y medio. Es miércoles y acude a su terapia en la Unidad de Rehabilitación Infantil y Atención Temprana.

Durante la jornada en la que ABC asiste a la terapia, se produce un gran avance en Carlota que la investigadora anota y celebra
Durante la jornada en la que ABC asiste a la terapia, se produce un gran avance en Carlota que la investigadora anota y celebra - M. M.

Desde abril, aguarda su turno acompañada de perros.

Forman parte de un estudio para comprobar si la presencia de los canes en este entorno les ayuda a relacionarse mejor. Y acaba de producirse un notable avance imprevisto: Adriana coloca una pieza roja entre los dientes de Venus, una perra de agua de 7 años. Está intentando que la pequeña la coja. Pero la niña decide escribir su propio guión:coge otra pieza amarilla y la lleva hasta la boca de Fusco, un can de palleiro de 9 años. Después, la propia Carlota toma una tercera pieza azulada y la muerde. Esta interacción que para cualquiera pasaría inadvertida es para Ávila, vicedecana de la facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad herculina, «un juego simbólico importantísimo»; un hito en el ensayo que desarrolla de la mano del doctor Miguel Alonso Bidegain, responsable de la unidad, y gracias a las fundaciones María José Jove y Profesor Novoa Santos.

«Queremos saber si el perro sirve para que los niños se relacionen con el entorno y si favorece la terapia posterior»
Adriana Ávila Investigadora de la Universidad de La Coruña

Son ellos quienes han conseguido que por primera vez en Galicia —y por segunda en España— Fusco, Venus y los labradores Marrón y Yogui puedan saltarse la prohibición de «animales no». Son perros de terapia adiestrados por el Centro Canino Montegatto que durante al menos un año servirán para analizar cómo evolucionan una veintena de menores afectados por problemas de autismo o parálisis cerebral.

«Entre noviembre y abril registramos el comportamiento de los niños sin los perros. Ahora, con ellos, vamos viendo qué cambios se producen —detalla Adriana—. Queremos saber si el perro en la sala de espera sirve como facilitador para que el niño se relacione con el entorno y, en una segunda fase, si favorece la sesión posterior con los terapeutas». Tras quince minutos, estos pacientes de hasta seis años pasan a su tratamiento de estimulación.

El porqué de cada animal

Aunque es pronto para realizar afirmaciones categóricas, algunos casos invitan al optimismo. Por ejemplo, Nico, el primero de esta jornada, apenas reparaba en los perros al principio, pero en la tercera sesión «sonrió y levantó los brazos» al verlos entrar. «¡Y hoy ha tocado a Fusco y Venus a la vez! ¡A la vez!», recalca Adriana. «Entenderás que para el estudio es interesante», matiza para que se comprenda su entusiasmo.

«A todo el mundo que se lo propusimos le pareció una buena idea. En Italia una ley permite que los perros entren al hospital»
Miguel Alonso Bidegain Jefe de Rehabilitación Infantil y Atención Temprana del Teresa Herrera

Los perros no se eligen al azar. Los dos que participan hoy —van rotando— «tienen diferente tipo de pelaje. Eso es importante para las sensaciones. Cuando sacas del armario una prenda de vestir que tienes en mente pero no ves bien porque hay poca la luz, al tocar sabes cuál es. Para eso usamos a los perros con estos niños. Nos dan distintas texturas y profundidad con su pelo, peso, tamaño y temperatura. A veces no lo vemos relevante, pero esas sensaciones son las que nos permiten relacionarnos con el entorno: estás conduciendo y vas a coger las gafas sin mirar. Echas la mano donde sabes que están», ilustra Adriana, que experimenta con este tipo de terapias asistidas desde hace más de quince años. «En la UDC fuimos pioneros en presentar un estudio con ancianos con daño cerebral y alzheimer en un congreso mundial.»

Carlota y su mellizo tienen autismo. Lo mismo le sucede a Cibrán (en la foto junto a su padre Luis) y a su hermano Breixo. Aunque existe un componente hereditario en el trastorno, queda mucho por estudiar. En su caso se sometieron a un análisis genético que lo descartó
Carlota y su mellizo tienen autismo. Lo mismo le sucede a Cibrán (en la foto junto a su padre Luis) y a su hermano Breixo. Aunque existe un componente hereditario en el trastorno, queda mucho por estudiar. En su caso se sometieron a un análisis genético que lo descartó - MIGUEL MUÑIZ

De la selección canina se encarga Octavio Villazala, director de Montegatto: «¿Qué buscamos en el perro? Que sean sociables, no tengan miedo, nos inspiren tranquilidad, confianza en sus gestos». Eso se lo dan la «pizpireta» Venus, el «lobo austero» Fusco, el «amigo despistado que va por libre» Marrón y el «relaciones públicas» Yogui. Todos han sido adiestrados «desde el respeto y en positivo. No les ordenamos nada. Nos comunicamos y les sugerimos. Es importante que vengan al hospital a gusto. Los perros tienen una conexión con nosotros y tenemos que extraerla».

Ensayos en otros pacientes

El estudio se realiza en los minutos previos a que los pequeños entren a su sesión semanal con los terapeutas
El estudio se realiza en los minutos previos a que los pequeños entren a su sesión semanal con los terapeutas - MIGUEL MUÑIZ

El doctor Bidegain ya avanza que la intención es ampliar el proyecto a otras enfermedades y síndromes. Él se encargó de convencer al Sergas de la conveniencia del estudio, al que los padres se adhieren de forma voluntaria y que necesitó del visto bueno del Comité Ético de Galicia. «No fue un proceso laborioso. A todo el mundo que se lo propusimos le pareció una buena idea». Apunta que en países como Italia «hay una ley para que los perros puedan entrar en los hospitales». También que en Barcelona, el San Juan de Dios los emplea para acompañar a niños enfermos de cáncer mientras reciben quimioterapia: «Se ha demostrado que están más tranquilos y llevan mejor la situación». El perro se va convirtiendo así, también, en el mejor amigo del médico.

«En los perros buscamos, con respeto y en positivo, que sean sociables, no tengan miedo y sus gestos inspiren confianza»
Octavio Villazala Director del Centro Montegatto

Por la consulta de Bidegain han pasado los hermanos Breixo y Cibrán. Su padre Luis ha acudido esta mañana con el segundo de ellos. El mayor, al haber cumplido ya los seis años, ha recibido el alta. «¿El alta de qué?», se lamenta sobre la falta de recursos para seguir tratándolos. Aunque se han sometido a un análisis genético, no se ha demostrado que el autismo de ambos hermanos sea hereditario. Pero la situación frena a Luis y a su mujer —que ha pedido una excedencia— a buscar un tercer hijo. El médico confirma que existe un componente hereditario en este trastorno, pero «se cree que también influyen factores ambientales. Aún no está muy claro. Se sigue estudiando. Lo que sí sabemos es que en esta unidad cada año recibimos más cantidad de niños». «Con entrenamiento se puede mejorar mucho, pero una vez que se ha diagnosticado es para siempre», explica.

Al final de la jornada, Fusco y Venus dejan el hospital con el silencio que parece caracterizarlos. Ni un mal ladrido ni gruñido a lo largo de varias horas de terapia. Ni siquiera cuando Carlota, que los ha utilizado de mesa para los juguetes y se ha tumbado sobre ellos, pisa sin querer a Fusco. El animal mira entonces a su adiestrador Adrián en busca de alguna indicación. «Todo está bien», le dicen sus ojos. Yasí lo entiende él.

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