Juan Soto - El garabato del torreón

Pasta y patria

Villares está dispuesto poco menos que a inmolarse, eso sí, «a vaquiña polo que vale»

Juan Soto
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El pollo Villares es de los que llevan a Galicia en el corazón, en el aparato digestivo y en la cartera. El hombre está dispuesto poco menos que a inmolarse por la patria pero, eso sí, «a vaquiña polo que vale». Un chico con un alto sentido de las ventajas de pragmatismo aplicado a las bases constitucionales, no hay duda. Un día cayó en la cuenta de que con el ejercicio de la profesión no se puede aspirar más que a un mediano pasar, de esos de apartamento en la playa y bandeja de pasteles los domingos. Fue entonces cuando se le encendió la bombilla de la azotea y descubrió, ale hop, las excelencias de la política. Abrió la puerta y se metió, como de rondón, por la coladera del populismo, del nacionalismo y de otros primos del infantilismo.

Fue divertido verlo en campaña. «Aquí empeza o camiño para toda Europa», proclamó en un momento de levitación. Prometía conducir a los gallegos hasta la tierra prometida, un país, decía, en el que las fuentes manarán hidromiel, los perros se atarán con longanizas, el Celta y el Dépor se alternarán como ganadores de la Champions League, los cerdos nacerán con tres jamones, los grelos crecerán con el lacón incorporado y el gallego será la lengua franca universal. Por lo visto, los ciudadanos gallegos, que, como dijo el compadrito Fernán Vello, son tontos del culo, no picaron en el anzuelo y mandaron al candidato Villares a seguir entrenando a ver si saca músculo, sienta la cabeza y se hace un hombrecito.

Pero no es fácil que la realidad, por contumaz que sea, satisfaga a quien aspira a vivir en las nubes (y si puede ser a cuenta del erario, mejor que mejor), redimiendo de paso al género humano. Y ahí tienen, en papel impreso, la principal propuesta del amadísimo líder, en las jornadas previas a su debut parlamentario y para que nadie se llame a engaño. Un programa político que se resume en tres demandas pro domo sua, que diría Cicerón: coche, chófer y pasta. El patriotismo, el nacionalismo y el populismo pueden esperar. Como diría Pablito si siguiera entre nosotros, «chámalle burro ao cabalo».

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