«No me puedo creer lo de Capi, es vergonzoso»

Su grupo de WhatsApp reaccionó incrédulo al ver que las amenazas de su amigo contra Rajoy habían terminado en agresión. No dudaron en condenarlo

Pontevedra/Santiago Actualizado: Guardar
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Una bravuconada que acabó en agresión. Así se tomaron sus amigos del grupo de WhatsApp «LDS» –Los de Siempre– las amenazas de A. V. F. de agredir a Rajoy. Según relataron a ABC varios de sus compañeros, todo empezó cuando se anunció que el presidente estaba en Pontevedra. « Capi –como lo conocen sus amigos– dijo que iba hasta allí. Nosotros nos lo tomamos a coña, no se nos pasó por la cabeza que hablase en serio», cuenta uno de los jóvenes a ABC.

«Cuando confirmamos que era él, no dábamos crédito», interrumpe otro. «Nos desvinculamos inmediatamente», dice un tercer chico. Así lo confirman los mensajes tras la agresión al mismo grupo de WhatsApp que hoy reproduce este periódico, con frases como «está loco», «yo no quiero saber nada más de él», «es vergonzoso» o «no me puedo creer lo de Capi

».

A quienes mejor lo conocen aún les cuesta creer lo sucedido. «Estamos escuchando de todo, que si es un terrorista, de la izquierda radical, de la Marea... Es un chaval normal y corriente, tímido, tanto que incluso tartamudea cuando se pone nervioso», describen. «Queremos que nos desvinculen de la agresión, no tenemos nada que ver, la condenamos», repiten. «Por favor, queremos que esto se acabe ya», añaden. A quienes los han señalado como radicales que instigaron al agresor, replican que las frases previas al incidente –«Capi mátalo», «los pulgares en los ojos», «escúpele en las cuencas»– pertenecen «a la serie Juego de Tronos», y las pronuncia «un miembro del grupo que es de izquierdas», en un entorno de adolescentes de diversas ideologías «donde eso nunca ha sido motivo de confrontación». «Todo está descontextualizado», insisten los jóvenes.

Sobre su vinculación al grupo de aficionados del Pontevedra Mocidade Granate, sus amigos niegan que sea un grupo ultra: el propio movimiento se ha desmarcado de los hechos.

La ciudad, en shock

Poco a poco, Pontevedra intenta recuperar la calma tras el incidente. En la inmobiliaria donde los agentes redujeron al adolescente tras la agresión, sus trabajadores recuerdan la excitación del menor, que obligó «a unos ocho agentes a esposarlo y calmarlo» antes de su traslado. Los corrillos de bares y cafeterías lamentan que la ciudad «sea noticia por hechos tristes como este», mientras los periódicos pasan de mano en mano. En la calle donde reside la familia, optan por el silencio y las caras largas. «Si yo hablo, acabo en la cárcel», asegura un vecino.

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