Fallece Domingo Villar

Adiós al padre del 'noir atlántico'

El detective Leo Caldas cuelga la gabardina tras protagonizar las tres novelas del autor de Vigo que revolucionaron el panorama de la novela negra

Domingo Villar, cuando se publicó 'El último barco' IGNACIO GIL

Ántar Vidal

Fue la muerte de un saxofonista lo que desencadenó la trilogía policial que Domingo Villar comenzó a escribir en 2006. Los títulos, ‘Ojos de agua’, ‘La playa de los ahogados’ y ‘El último barco’. El protagonista, el inspector Leo Caldas, acompañado por su ayudante Rafael Estévez, que tras tres brillantes novelas ahora tendrá que colgar su gabardina: su creador, Domingo Villar, ha fallecido este miércoles tras sufrir una hemorragia cerebral .

Todo el que haya pisado la playa de Samil, en Vigo, ha visto la torre de Toralla, sobre la isla de mismo nombre, que se yergue durante 21 pisos sobre la Ría de Vigo. Quien haya leído ‘Ojos de agua’, además, la conoce por dentro: ahí apareció el cadáver del saxofonista.

«Sus libros por fuera son novela negra, pero por dentro una carta de amor por Galicia», cuenta Ofelia Grande, directora de Siruela, la editorial en castellano de Villar. Vigo, sobre todo en las dos primeras obras, es un personaje más de las enrevesadas tramas policiales, y Villar consiguió algo que nunca nadie antes había hecho: « La gente viene a ver los escenarios de los libros , quiere sentarse en la mesa del bar en la que se sentaba Leo Caldas», como la Taberna Eligio, recuerda su amigo y editor (en ese orden) Francisco Castro, director de la editorial Galaxia. La ficción de las tramas y los personajes inventados se entremezclaban con la realidad viguesa: Villar salpicaba sus obras con lo que él conocía, de ahí la verosimilitud de su obra. Y no solo en los escenarios donde se desarrollan las acciones, sino que incluso los habitantes gallegos de sus novelas usaban una retranca que al maño Rafael Estévez desesperaba , como en este fragmento de ‘Ojos de agua’:

—Me ha comentado Leo que eres de fuera.

—Sí —concedió Estévez—, de Zaragoza. ¿La conoce?

—¿Me hablas de usted por la calva?

—¿Cómo? —preguntó el agente.

—Que me hables de tú, hombre, que soy feo pero no viejo.

A Villar, Castro lo recuerda como «una estrella», pero de una humildad extraordinaria. «Otras estrellas son insufribles e insoportables». Él no, y eso que sus novelas vendieron cientos de miles de ejemplares y fueron traducidas al inglés, alemán, sueco o italiano. Vigo, gracias a él, cobró relevancia internacional, y a pesar de su éxito siempre tuvo los pies en el suelo: «En unos años, además de recordar a Villar por su literatura, también lo haremos por lo buena persona que era », concluye su amigo y paisano.

En Siruela «convivíamos mucho con él», e iba a las oficinas editoriales a escribir su obra como si fuera un empleado con horario. «Él último libro lo terminó aquí, viniendo a las mesas de 9.00 a 14.00. Ya han pasado años de eso, y todavía decimos ‘tal cosa está ahí, en la mesa de Domingo’», recuerda su editora. « Para nosotros era mucho más que un autor , era un tipo extraordinario», detallista y atento. «Siempre se acordaba de todo si tenías un problema».

Pluma perfeccionista

Leo Caldas fue creado casi en un laboratorio. Un personaje «perfecto, redondo», indican sus editores. Villar «era hiperperfeccionista», cuenta Grande, y su última novela tardó 10 años en gestarse. «Leía en alto todo lo que escribía» una y otra vez, «en busca de la más hermosa de las musicalidades», como recuerda Castro. Durante ese periodo, entregó una primera versión de ‘El último barco’, pero no estaba convencido: «Lo rehizo prácticamente desde el principio», y es un libro que tiene 800 páginas . «Desde fuera podría parecer que estuvo 10 años sin hacer nada, pero no paró de trabajar ni un momento», relata la directora de Siruela.

La primera aventura de Leo Caldas transcurre entre humo de cigarros y un Vigo descrito, precisamente, por un vigués. «’Ojos de agua’ sacudió el panorama de arriba a abajo». Así recuerda aquel 2006 su editor, Castro, que asegura que «nadie consiguió lo que ha conseguido Villar. Otras autoras y autores gallegos han llegado lejos», pero nadie ha tenido a tantos lectores tan expectantes por su siguiente novela como él. Cuenta el director de Galaxia que cuando le entregó ‘El último barco’, Villar, convencido de que «se habían olvidado de él», le preguntó a su editor cuantos ejemplares tendría la primera edición. «10.000», le dijo Castro , a lo que el novelista espetó: «¡¿Estás loco?!». «Se agotaron en mes y medio» , asegura.

Los teléfonos de Galaxia sonaron durante esos 10 años, y al otro lado de la línea había ansiosos lectores preguntando por su siguiente novela. Algunos, ni cortos ni perezosos, atravesaban directamente las puertas de las oficinas de la editorial para pedir explicaciones por la demora de la nueva entrega de Leo Caldas. 10 años son muchos años, y a cualquier otro autor le pasaría factura estar tanto tiempo sin novedades editoriales. « La gente nos exigía el nuevo libro », recuerda Castro.

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