Ferran Garrido - Una pica en Flandes

Refugiados

«Tan cerca que el aire huele a dolor, horror y muerte porque un tirano ha decidido borrar del mapa un país que solo quiere vivir su vida en libertad»

Refugiados esperan para poder cruzar el paso fronterizo de Medyka (Polonia) EP

Respirar, cerrar los ojos, meditar, recordar… y ponerme a escribir ante mi teclado.

Mucho han cambiado las cosas desde aquel año 1992. Entonces la guerra arrasaba la antigua Yugoslavia . Bueno, la guerra no, que sí, pero los que la arrasaban eran los militares y las milicias serbias. La Guerra de los Balcanes había devuelto a Europa a lo peor de sus peores fantasmas. La limpieza étnica de un pueblo que se vio obligado a morir o a emigrar. Con la destrucción de ciudades y pueblos, Sarajevo siempre en mi memoria, miles de ciudadanos bosnios tuvieron que abandonar su país hacia el exilio. Insisto, la alternativa era una muerte casi segura. Hoy lo pienso y me ahogo en sangre y en recuerdos que no quiero recordar.

Las lágrimas brotan fácil cuando nada más levantarme enciendo el televisor. Me informo por la 1 de TVE , cómo no, vivo dentro, pero es que además destaca por su rigor y por su cobertura informativa de la invasión. Vivo pegado a la actualidad, a las noticias, a la información. Y escribo mientras sangran mis recuerdos porque el paralelismo de las imágenes y los hechos es desgarrador entre la barbarie de aquellas milicias y la invasión rusa de Ucrania .

Explosiones, destrucción, incendios, heridos, cadáveres. Y personas que huyen del horror, mujeres que recorren miles de quilómetros en su huida para salvar a sus hijos. Niñas que lloran ante las cámaras, niños de miradas perdidas que se desplazan hacia las seguras fronteras de un futuro incierto. Refugiados . Otra vez centenares de miles de refugiados, un millón, que necesitan un café caliente en la frontera y el abrigo de una manta, pero también el abrazo de Europa. Mujeres y niños siempre llevan la peor parte. Siempre.

Europa, Europa… esto está pasando otra vez en Europa . A las puertas de casa. Tan cerca que el aire aquí huele a dolor, a horror y a muerte, porque un tirano ha decidido borrar del mapa un país que solo quiere vivir su vida en libertad y en democracia. Vivir. Ucrania.

En aquellos años 90 del siglo pasado, parece que fue ayer, España destacó en la acogida de refugiados bosnios. Muchos hombres y mujeres, niñas y niños de entonces, encontraron refugio en nuestro país. España fue tierra de acogida hace ahora treinta años. España recibió a unas 2.500 personas que empezaron de nuevo sus vidas con la mirada puesta en el futuro, pero con la vista clavada en un pasado en el que lo habían perdido todo. Era otro tiempo, otros tiranos, era la guerra. La misma guerra u otra, da igual, porque la guerra siempre es lo mismo . Gente que mata, gente que muere, gente que huye de los que matan y de la muerte.

Desde que empezó la invasión de Ucrania he estado trabajando en el recuerdo de aquellos refugiados bosnios que hoy, muchos de ellos, viven aún entre nosotros. En las imágenes que nos llegan desde la frontera polaca he visto las mismas miradas cargadas de dolor y de pasados perdidos por la voluntad de un tirano . La historia se repite y las historias no cambia n, aunque el tiempo, que les roba su futuro, nos engaña y nosotros creemos que nunca puede volver a pasar.

En los archivos de imagen he visto los mismos paisajes y las mismas lágrimas. Las mismas miradas vacías. El mismo dolor. Las colas interminables del viaje a ninguna parte que es el exilio , los atascos de coches en las carreteras de la angustia. Otro día, seguramente, les hablaré de la guerra, de la invasión, de los abusos de la ocupación y de como un país desaparece por voluntad del vecino totalitario. Hoy no. Hoy sólo quiero hablar de la gente que huye y que busca un refugio que nosotros podemos darles.

Pienso en mi amiga Esma, que huyó de Bosnia para refugiarse en un pueblo alicantino, y en su padre asesinado en el Sarajevo de aquellos años de sangre. Y pienso en Ivanna, que ya padeció la catástrofe nuclear de Chernobyl y que ahora me hace llegar vídeos y testimonios desde Kiev. Y pienso en sus amigos escondidos en los sótanos de esta tormenta de fuego. Maldita guerra que siempre es lo mismo. Maldita.

Ayer ciudadanos y hoy refugiados. Ayer no lo eran y hoy su futuro está en nuestras manos . No perdamos nunca de vista lo fácil que es convertirse en refugiados. No les dejemos tirados.

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