Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Suflé

En las sucesivas elecciones autonómicas, celebradas desde 2012, el secesionismo, porcentualmente hablando, ha ido perdiendo votos y escaños de forma paulatina

Cuando se formuló, la hipótesis del «proceso» como suflé, que antes o después se desinflaría, fue pasto de todo tipo de burlas y críticas. Pero, dicha conjetura, por decirlo a la manera de Karl Popper, todavía no ha sido «falsada». Es decir, sigue ahí y cada día que pasa goza de mejor salud. Y, que me perdonen los popperianos, va camino de ser verificada. Al respecto, las pruebas hoy disponibles parecen incontestables e irrefutables. Veamos. Acerquémonos al caso. En las sucesivas elecciones autonómicas, celebradas desde 2012, el secesionismo, porcentualmente hablando, ha ido perdiendo votos y escaños de forma paulatina. Justo al revés de lo que sucede con el constitucionalismo.

Cosa que percibe también el CEO -el independentismo baja diez puntos y el constitucionalismo suma diez puntos- en su última encuesta de opinión. El secesionismo es incapaz de alcanzar el 50 por ciento de la ciudadanía. Se desincha. ¿Qué otra cosa podía suceder con un movimiento que gira obsesiva y enfermizamente sobre sí mismo?

A ello -más allá de la acción de la Justicia: ¿alguien podía creer que el Estado de derecho no se defendería con los recursos que le son propios?-, hay que añadir los engaños y mentiras sin solución de continuidad, el ridículo internacional del «proceso», la poco edificante actitud de algunos líderes que -adiós a la épica- huyen en desbandada para rehuir sus responsabilidades, el tacticismo en bruto de unos partidos secesionistas interesados en la obtención o consolidación del poder, el exceso de días históricos que se reducen a nada y se traducen en más frustración o la fuga de empresas que certifican que el mundo mejor de la Cataluña independiente es un camelo.

El tiempo, el desaguisado implementado -nocturnidad y alevosía- por un secesionismo lleno de pícaros y astutos que ahora buscan una salida desesperada, la Justicia, y el realismo -¿oportunismo? ¿interés? ¿convicción?- de parte del secesionismo; todo ello, muestra que el «proceso» ha sido una tomadura de pelo. Suflé.

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