Miquel Porta Perales - El oasis catalán

De rositas

«¿Pueden irse de rositas los secesionistas que -presuntamente- podrían haber incurrido en delitos tan graves como los que advierte la Justicia?»

Crecen las voces -los políticos nacionalistas, la izquierda oportunista o la sociedad civil independentista- que exigen que la Justicia desista en beneficio de los secesionistas que, en su día, pudieran haber cometido determinados presuntos delitos. Es lo que se conoce con la locución adverbial «irse de rositas». Una peculiar expresión que remite a «rosas» -lo «apacible, gustoso y deleitable como contrapuesto a lo penoso y trabajoso o molesto y sensible» según el Diccionario de Autoridades de 1726/1739- y que la Real Academia Española define como un irse «de balde, sin esfuerzo alguno».

Por lo demás, el imprescindible Diccionario fraseológico documentado del español actual (Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, 2004) habla de un «sin pagar lo que se debe o sin recibir el castigo merecido». Aclarado el alcance de la expresión, la cuestión es la siguiente: ¿Pueden irse de rositas los secesionistas que -presuntamente- podrían haber incurrido en delitos tan graves como los que advierte la Justicia?

Al respecto, sorprenden dos cosas: el desconocimiento de quien cree que la acción de la Justicia puede detenerse por un ordeno y mando del Gobierno del Estado; el cinismo de quien, harto de repetir que en España no hay división de poderes, apuesta ahora por la ruptura descarada de la misma reclamando que se archiven los presuntos delitos cometidos. Y ello, amparado (?) por la resolución de un tribunal alemán que deja claro -el secesionismo lo esconde- que en España no hay «persecución política». ¿Una invitación a la prevaricación? Hay más.

Quienes abogan por el desistimiento de la Justicia, acompañan su discurso con una prédica pro mediación o diálogo que exige que el Estado ceda a las reivindicaciones independentistas. ¿Un premio de consolación para quienes se propusieron quebrar la democracia y el Estado de Derecho? En democracia, los políticos asumen las consecuencias de sus actos y nadie -recuerden el diccionario- debe irse de rositas «sin pagar lo que se debe». Justicia.

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