Oti Rodríguez Marchante - Barcelona al día

Un marciano en La Moncloa

Ayer llegó a La Moncloa Carles Puigdemont después de decir una de sus mejores frases tras sus cien días de mandato: «Se me ha girado la antena»

Oti Rodríguez Marchante
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Ayer llegó a La Moncloa Carles Puigdemont después de decir una de sus mejores frases tras sus cien días de mandato: «Se me ha girado la antena». La frase es buenísima aún sin ser sacada de contexto, pero, dicha sin un contexto preciso, es prácticamente insuperable, porque de ella se puede extraer que quien ha ido a Moncloa a una cita con el presidente (en funciones) del Gobierno es: a) un marciano; b) un insecto que se ha entusiasmado al peinarse sus órganos sensores; c) un operario de mantenimiento de TDT…

El contexto de la frase realmente es otro, y nos dice que el señor Puigdemont no puede ver la televisión por culpa de ese giro, y que, a pesar de ello (o precisamente por ello), es un fan de TV3, la cadena televisiva estatal de alcance autonómico.

Y desde luego, hace bien en confesarse tan seguidor (sin ver) de TV3 porque, en caso contrario, no se entendería el gran entusiasmo que pone la Generalitat que él preside en subvencionarla tan generosamente.

Y quien recibe generosamente bien hace en dar también generosamente, de ahí que haya que escandalizarse ante el hecho de que TV3, a su vez, dedique algo más de treinta y un millones de euros a regarlos en empresas de producción externa. Tal vez sea opinable, o discutible, la cantidad de millones que una televisión pública puede dedicar a esos llamados «productores externos», y tanto es así que el más beneficiado del riego durante el pasado año, Toni Soler y su productora Minoria Absoluta, declaró hace no mucho que habría que dedicar más dinero público en TV3 y, en buena lógica, en él y en su empresa.

El pasado año, Toni Soler recibió de TV3 una cantidad superior a los cuatro millones de euros, lo cual es, a todas luces, una cantidad superable a poco que se exprima más al contribuyente. Superable y merecida, pues Toni Soler, además de humorista reputado, es también un reputadísimo entusiasta del «proceso», un contable de primera y un memorioso apuntador de «colaboracionistas y oportunistas». Ya lo dejó escrito: en cuanto la situación (¡la situación!) se lo permita, espera darles a todos ellos el «trato que se merecen». Y por muy doloso que sea ese trato, por millones no va a ser. Mientras, Carles Puigdemont, con la antena vuelta.

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