Ángel González Abad - Los martes, toros

La manifestación de Valencia

Ojalá que la manifestación de Valencia sea un ¡basta ya!, ojalá que el sector siga unido a partir de ahora para defender ante quien sea una Fiesta única

Ángel González Abad
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La masiva manifestación que reclamó respeto para los aficionados a los toros ha marcado un punto de inflexión en la defensa de la Tauromaquia. El antes y el después de un sector desbordado por intereses particulares que no se decidió antes a dar un paso al frente. En esta Cataluña los aficionados saben, y mucho, de lo que es sentirse huérfanos y desamparados ante los ataques políticos que significaron la prohibición de las corridas de toros en esta tierra. Sobre lo que pasó aquí durante años y años, ni las figuras del toreo ni el mundo empresarial ni el ganadero se la jugaron de verdad. Algunos y dignos apuntes no fueron suficientes para sacar la cara por los aficionados, verdaderos artífices de la historia del toreo en Cataluña, de esa esa historia de Cataluña escrita en los ruedos.

Por eso ver las calles de Valencia inundadas por decenas de miles de personas con una pléyade de figuras al frente, con los más importantes empresarios, con los ganaderos más selectos, supone una inyección de ánimo para todos los aficionados al toro, que como los de Cataluña, sufren un incomprensible y demagógico acoso antitaurino.

Ojalá que la manifestación de Valencia sea un ¡basta ya!, ojalá que el sector siga unido a partir de ahora para defender ante quien sea una Fiesta única, una manifestación artística y cultural de primer orden, le pese a quien le pese. Tienen el aval de los aficionados para que la carga de insultos que se sufre, para que ese acoso pseudoanimalista cese. Ojalá los responsables de la industria del toro -industria del espectáculo, pero también industria ecológica y medioambiental- sepan canalizar toda la fuerza de la manifestación de Valencia para abrir los ojos a esa pusilánime clase política para que de una vez por todas la Fiesta deje de ser un arma arrojadiza entre partidos. Ya no hay excusas. El mundo del toro salió a la calle con la cabeza muy alta, y está claro que nadie va a pedir perdón por ser aficionado. Fuerza hay de sobra para que nadie tenga que volver a bajar la cabeza.

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