Pablo Nuevo - Tribuna Abierta

Madrid, fábrica de independentistas

Por desgracia, en las últimas décadas sí que Madrid ha sido en muchas ocasiones una fábrica de independentistas

Pablo Nuevo
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Uno de los mantras del separatismo catalán es que Madrid es una fábrica de independentistas. Esta consigna es un comodín con el que los nacionalistas aspiran a ganar y cerrar todo debate. En efecto, enfrentados a las incoherencias de su discurso (“en 1714 había catalanes en ambos bandos, luchando por quién debía reinar en España”; “España no roba a Cataluña, pues tributan las personas y no los territorios”; “ningún derecho a decidir puede incluir decidir que tus vecinos pasen a ser extranjeros en su tierra”), al decir que el independentismo es culpa de “Madrid” vienen a poner de manifiesto que, aunque no existen razones históricas que justifiquen la secesión, ni puede considerarse razonablemente que exista un imperativo democrático que justifique la ruptura de la legalidad, las continuas afrentas que desde el poder central del Estado se hacen a Cataluña conducen a reclamar la independencia a quienes de otro modo nunca habrían llegado a ello.

Es un argumento comodín, pues deja al interlocutor sin respuesta: si ante los preparativos de la ruptura del orden constitucional se deja hacer, intentarán hacer valer los hechos consumados; si se recuerda que todos -también los gobernantes autonómicos- estamos sujetos a la ley, desde Madrid se está fabricando independentistas.

No obstante, en este argumento falaz subyace alguna verdad. Y es que, por desgracia, en las últimas décadas sí que Madrid ha sido en muchas ocasiones una fábrica de independentistas.

Madrid ha fabricado independentistas al consentir que los padres no puedan decidir la lengua en que se escolariza a sus hijos, de manera que la lengua propia de la mayoría de los catalanes pasa a tener una presencia menor que la lengua extranjera en la enseñanza.

Madrid ha fabricado independentistas al permitir que el Gobierno autonómico sancione a quienes rotulan en castellano, con objeto de conseguir que la lengua común desaparezca del paisaje urbano.

Madrid ha fabricado independentistas al financiar sin parar a una Autonomía quebrada, la cual utiliza el dinero que le proporciona el Estado en financiar redes clientelates que presionan para provocar una ruptura constitucional.

Madrid ha fabricado independentistas al consentir que la Generalitat convierta las potestades que ostenta para servir al bien común en mecanismos para una operación de ingeniería social.

Madrid ha fabricado independentistas cada vez que la dirección nacional de los partidos políticos constitucionalistas han preferido la ventaja a corto plazo que la acción conjunta para defender la continuidad de la nación española.

Madrid ha fabricado independentistas al consentir la paulatina desaparición del Estado en Cataluña, abandonando a su suerte a los cientos de miles de catalanes que, pese a todo, siguen queriendo ser españoles.

Hay quien dice que el crecimiento del independentismo debe hacer recapacitar a la sociedad española, y que debe motivar una reforma constitucional que, blindando las competencias autonómicas y una financiación diferenciada, logre por fin el ansiado encaje de Cataluña en España.

Ahora bien, en mi opinión más relevante aún es que, a pesar de que Madrid lleva décadas fabricando independentistas, a día de hoy en Cataluña sigan siendo mayoría los partidarios de la unidad, si bien la miopía de nuestra clase política les ha privado de toda visibilidad y de los medios para hacerse oir.

Y es que, el día en que Madrid actúe con la normalidad que da saber que Cataluña es parte de España y niegue cualquier atisbo de superioridad moral al nacionalismo, éste pasará a ser una mera pesadilla de la que nos advertirán para el futuro los libros de historia.

Pablo Nuevo es doctor en Derecho y profesor de la UAO CEU

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