Jordi Solé Tuyá

Una mirada crítica al programa 'Next Generation EU': ¿Son ayudas a la recuperación?

Las pymes que no se aprovechen estos fondos van a quedar en clara desventaja competitiva respecto de sus competidores

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presentando el plan de ayudas en Portugal

Jordi Solé Tuyá

El desembarco de los 140.000 millones de euros es inminente. El programa «Next Generation EU» será la mayor movilización de fondos de la historia de la Unión Europea y un desembolso de tal magnitud va acompañado de forma lógica de una retahíla de elogios y felicitaciones, que no deben desviarnos de observarlos con una mirada crítica.

Es innegable que el volumen de fondos que se han otorgado a España convierte a estas ayudas en una oportunidad histórica por su excepcionalidad. Nunca antes, ni siquiera en los peores años de la crisis económica de 2008, que era estructural, se había hecho algo parecido.

La economía española tiene, por lo tanto, una oportunidad única de dar un salto cualitativo en cuanto a la ordenación, composición y estructura económica. Arreglar esos problemas que tanto vemos y tan poco solucionamos por falta de recursos económicos. En definitiva, otorgar a las pymes españolas, la base del tejido empresarial nacional, los medios para que se modernicen y sean más competitivas.

Unas pymes a dos velocidades

Los fondos están diseñados para ser rápidos y efectivos. Deberían llegar a su destino de manera ágil y sencilla, sin obstáculos de burocracias que ralenticen el proceso de lanzamiento de la economía, pero sin que ello se haga con falta de rigurosidad tanto en la revisión de las solicitudes ni en el control posterior de la justificación de los proyectos.

Llegados a este punto, nos encontramos frente al primer problema. Ante la lluvia monetaria, las pymes que no se aprovechen estos fondos van a quedar en clara desventaja competitiva respecto de sus competidores dentro del mismo sector que sí lo hagan. Y no porque no los soliciten, sino porque no cumplen los requisitos.

Además, los fondos tienen la inversión como leitmotiv ¿Son unos fondos de recuperación verdaderamente? Si y no. Ayudarán a las pymes, pero si analizamos las problemáticas que les afectan, podríamos preguntarnos si en un momento tan delicado en el que las empresas han sufrido una reducción tan importante de actividad, no hubiera sido mejor que estos fondos sirvieran únicamente para mantener a estas empresas a flote, sin condicionarlas a que tengan que hacer inversiones. Inversiones que, por otro lado, sólo serán financiadas a fondo perdido en parte, puesto que el resto debe ser sufragado por la empresa con recursos propios o, nuevamente, con más endeudamiento.

Hablamos de empresas que, por el golpe enorme de la crisis del coronavirus, lo que demandan es liquidez para seguir su actividad, un «rescate», ya que en su sector son competitivas, pero arrastran una losa de pérdidas nacida de la inactividad pandémica. Por ello, estas empresas no requieren de ninguna inversión porque su actividad no lo exige. ¿La conclusión? Están fuera de los fondos.

Una inversión prematura

Otra problemática que generan los fondos es la inclusión de férreos criterios para concederlos. Hablamos principalmente de dos de los pilares de estas ayudas: la transición ecológica y la digitalización. Estos criterios parten, con buen juicio, de la idea de que el tejido empresarial debe cambiar por completo. La pandemia, en este sentido ha servido para empujar hacía delante un cambio que ya se venía registrando en los últimos años.

Esto nos hace pensar en aquellas pymes que antes de la pandemia sí invirtieron en estos procesos. La transformación digital y ecológica se llevan desarrollando mucho tiempo, pensemos en una empresa que en 2019 realizó una gran inversión para digitalizarse. Ahora, sus competidores van a acceder a la misma inversión, a fondo perdido y estas empresas, que ahora no necesitan realizar ninguna inversión en digitalización y transición ecológica, ¡se quedarán fuera porque ya la han hecho!

Al mismo tiempo, nos podemos preguntar si, en un momento tan delicado como el actual, en que las empresas y los operadores económicos deben concentrarse en salvaguardar al máximo la viabilidad de sus proyectos para no perder más de la cuenta, es el mejor momento para exigir también que focalicen parte de sus esfuerzos en introducir cambios en materia de digitalización y transición ecológica que hasta la fecha no habían contemplado por no considerarlos necesarios.

Además, al mirar la evolución de los fondos hay que mirar con el rabillo del ojo a las grandes empresas tecnológicas y energéticas que, por sus características, tienen un mayor acceso a estos fondos potencialmente. En este sentido, las grandes ya se han movilizado para captar los fondos. No debemos olvidar que, quien necesita la ayuda, nuestro eje productivo son las pymes, por lo que deben ser el principal destino de las subvenciones.

Todas estas cuestiones hacen que se planteen serias dudas sobre si es coherente que se movilice tal volumen de fondos, bajo el argumento que con ello de desea «salvar» la economía europea. La razón principal es que se está exigiendo una determinada orientación que se guía, no por lo que pide el mercado para las empresas, sino por lo que consideran los poderes públicos.

Jordi Solé Tuyá es director ejecutivo de Kreedit

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