Iceta sueña con Etiopía

El derecho a decidir es como los Reyes Magos: no existe fuera de las mentes infantiles. Según dicen, en la Constitución de Etiopía –suponiendo que en Etiopía haya tal cosa– figura algo por el estilo. Pero, desiertos del Cuerno de África al margen, en ningún otro lugar se contempla semejante prerrogativa. Y eso incluye también a la República Federal del Canadá, por mucho que el ínclito Iceta, que al parecer aún no se ha cansado de perder votantes a borbotones, ande fantaseando ahora con la célebre Ley de Claridad. Porque, si bien el albacea testamentario del PSC parece ignorarlo, tampoco en Canadá existe derecho alguno a arramblar con la soberanía nacional desde el territorio de una provincia, que así les llaman ellos.

Bien al contrario, lo que hizo el Tribunal Supremo de Canadá no fue más que ratificar que la potestad sobre la integridad territorial de la federación corresponde en última instancia a la nación canadiense en su totalidad. Única y exclusivamente a la nación canadiense. Ergo, tendrían que ser todos los ciudadanos del país, no únicamente los habitantes de Quebec, quienes autorizasen en su día una hipotética secesión. Eso, amén del derecho a seguir formando parte del Estado federal de aquellos territorios de Quebec que votasen contra la independencia, es lo que prevé la Ley de Claridad.

En una democracia constitucional nada resulta ser sagrado, salvo el respeto a la ley. Y la ley ofrece una vía al Parlament para que Iceta, Puigdemont y demás infantes vocacionales puedan consumar su supremo deseo. Algo factible merced a la legitimación que le asiste para promover una reforma constitucional. Derecho muy real y efectivo que, sin embargo, los mentados se empeñan rehusar de plano. Sea como fuere, alguien debería explicar al bueno de Iceta que la figura del referéndum consultivo que contempla el artículo 92 de la Constitución fija que deberá ser el conjunto de los españoles, y nunca una fracción, el llamado a votar. Todos, Iceta, todos, que aún no somos Etiopía.