Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Catacumbas

El secesionismo catalán sigue deambulando por las catacumbas y es incapaz de instalarse en el mundo exterior. Es decir, en la realidad

La toma de posesión de los consejeros de la Generalitat –lo mismo cabe decir de la toma de posesión del presidente Torra- fue lo más parecido a un funeral celebrado en las catacumbas. Un acto lleno de simbolismo –mensajes, cánticos, abrazos, emociones, consignas, promesas y, por supuesto, lazos amarillos- acompañado de apelaciones –jaculatorias, casi- al Diálogo, el Referéndum y la República. Y en la calle, en el balcón del edificio de la Generalitat, hoy presidida por el multicultural Torra, una pancarta con la inscripción “Libertad presos políticos y exiliados”. Claro que sí: lo de multicultural lo digo porque la inscripción de la pancarta estaba escrita en catalán e inglés. Claro que sí: el lazo amarillo –sin duda, otra muestra de multiculturalidad- también aparecía en la pancarta.

El secesionismo catalán sigue deambulando por las catacumbas y es incapaz de instalarse en el mundo exterior. Es decir, en la realidad. El secesionismo catalán es incapaz –no se atreve por miedo a la reacción de los catecúmenos independentistas que comulgan con la ficción nacionalista- de rectificar. Es incapaz de reconocer que el “proceso” ha fracasado y colapsado. Es incapaz de reconocer que, en Cataluña, la política se activará en el marco del Estatuto y de la Constitución. Por eso, el presidente Torra no tiene discurso ni tiene programa. Habla de Diálogo, pero sabe que la entrevista y los acuerdos, si llegan, incluso con Pedro Sánchez en la presidencia del Gobierno, se moverán en el marco de la legalidad democrática y constitucional vigentes. Habla de Referéndum y de República sabiendo que el referéndum de autodeterminación no se convocará y que la República es una ficción. Así las cosas, ¿qué puede ocurrir en Cataluña en los próximos meses? O Torra rectifica y acepta la realidad o volveremos a tener elecciones. O eso o permanecer en las catacumbas. Mientras tanto, el holograma de Berlín, de momento, observa e intenta manejar los hilos de la comedia escenificada por el nacionalismo catalán.

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