REPENSAR CATALUÑA

Anna Balletbò: «Con el Estatut debimos ser más modestos»

La exdiputada socialista reflexiona sobre el momento actual, la responsabilidad del PSC en la construcción de la hegemonía pujolista y el fracaso en la tramitación del Estatut

Anna Balletbò, fotografiada en su casa en Barcelona INÉS BAUCELLS

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Esto no se acaba.

No, no se acaba, y durará. Forma parte de nuestro ADN, no es un suflé. Pau Claris, Macià, Companys... y ahora el ‘procés’. Siempre hay una línea común: que los catalanes acabamos haciendo siempre un pésimo negocio. Lo que ha sucedido no es razonable. Hay una parte emotiva, otra parte de supremacismo y el cliché impuesto de una España que afortunadamente ya no existe... Y de fondo, una irresponsabilidad absoluta, una profunda ignorancia con respecto a la fuerza del Estado.

¿Cómo empieza este disparate?

Artur Mas, en plena crisis, y ante el temor de la eclosión del movimiento 15-M, da el primer paso. Y cruza una raya que Jordi Pujol nunca se había atrevido a pasar. Pujol tenía mucha más idea de política, y si no fuese por sus desastres personales sería el personaje más importante de esta época. Y luego está Puigdemont y toda la generación política de ‘las tres monedas de plata’, que son de una frivolidad brutal, y se han complicado mucho la vida.

No supieron calibrar la fuerza del estado, dice.

Absolutamente. Yo he conocido el Estado, y si lo conoces te das cuenta de que esto de la independencia no es posible. Y eso Pujol lo entendía. Ahora no. Se hacen una película, y el debate intelectual lo plantean como una posibilidad real.

¿El PSC se acomplejó ante él?

Pujol era un viejo zorro, y se inventaron la cantinela del PSC como partido sucursalista, botifler. Supo hurgar en las contradicciones del sector catalanista, y eso nos destrozaba. A algunos les llegó a comer la moral.

Pujol logró que se le identificara con Cataluña, con la Generalitat. ¿Qué parte de culpa tiene en eso el PSC?

Samaranch, alguien de mucho vuelo, me dijo una vez: ‘Os equivocasteis al no pactar con Pujol. Construir una administración desde cero, crear los usos y las costumbres... debíais estar allí’. Y tenía razón. En el Consejo Nacional del PSC en el que se decidió que no entrábamos en el gobierno de unidad que ofrecía Pujol solo dos nos opusimos. Fue una equivocación.

El PSC no entra, y Pujol comienza a encadenar mayorías absolutas.

Pujol fue el maestro del agravio, y sobre eso construye su dominio. Tarradellas, que como Pujol y Samaranch, también era un viejo zorro, me dijo: ‘Pujol siempre ganará. Pide a Madrid una cosa: si se la dan, ya la tiene. Si no, monta el número aquí y gana votos’.

¿El gran error de la izquierda catalana fue no denunciar, o no ver, el trasfondo hispanófobo que tuvo el pujolismo y ha heredado el independentismo?

Pues quizás sí, porque eso estaba ahí. Y quizás sí que fuimos demasiado naïf, y no lo vimos, o no lo quisimos ver. El resultado es el que es.

Otro tanto pasaba con la corrupción, particularmente la de los Pujol. Todo el mundo lo sabía, se dice ahora.

No lo sé. Los que pagaban las comisiones esos sí que lo sabían. Nosotros lo sopechábamos, pero no teníamos las pruebas.

Y cuando la izquierda llega al Govern, el tripartito acaba como acaba.

Maragall lo había mirado de mil maneras, y con este sistema electoral era imposible ganar, como ahora. No había alternativa si no sumábamos con ERC e ICV. Pero esos partidos no estaban maduros. Maragall deja a Carod como presidente en funciones, y lo primero que hace es irse a Francia a verse con ETA. Está todo dicho.

¿Visto en perspectiva, la reforma del Estatut fue un error?

Pasqual hizo los Juegos, y fue el mejor alcalde que ha tenido Barcelona en muchos años. Transforma la ciudad, y luego quiere hacer algo por Cataluña, y piensa, quizás erróneamente, que eso puede pasar por un nuevo Estatut.

No funcionó.

No. A Maragall le dije: ‘Pasqual, no puedes tener todos los frentes abiertos’. Le dije que en ese momento la derecha estaba fuerte, no como pasaba con los partidos de derecha en el inicio de la Transición. Le insistía a Maragall: ‘Cambiemos lo que haya que cambiar del Estatut, pero no pongamos el contador a cero porque eso es imposible’. El contador a cero no lo puso ni Felipe González teniendo mayoría absoluta. Era luchar contra demasiadas cosas, y el ambiente aquí era de asamblea de facultad.

Ese Estatut era un cambio constitucional en realidad.

Antes de aprobarse el Estatut, un día me encontré a Miquel Iceta en el Puente Aéreo: le saqué el borrador subrayado con todo lo que veía inconstitucional... Iceta no tardó ni dos segundos en sacar su propio texto, aún con más cosas subrayadas. Éramos conscientes de que eso era un disparate, e Iceta en aquel momento lo daba por perdido.

Sale adelante, pero de mala manera.

Sí, y hubo de todo: el doble juego de Mas, el PP y las mesas por toda España recogiendo firmas, algo que hasta Rajoy reconoce que fue un error. Todo se envenenó, allí y aquí, donde supieron aprovecharlo para calentar el ambiente... Con el Estatut debimos ser más modestos: reformar, pero no desde cero.

Y hasta aquí hemos llegado. ¿Cómo reconducimos esto?

No sé si reconducir es la mejor palabra, porque implica llegar a algún lado, y sinceramente no sé adónde. Lo primero que deberíamos hacer es calmarnos todos, y arreglarlo entre nosotros. Pero no soy nada optimista. Pero hay una alternativa, subir el nivel del debate político.

El espectáculo de ERC y Junts es sensacional.

Junts tiene a Aragonès en la parrilla, y ahora lo fríen por aquí, ahora por allá. Es humillante, innmoral. Me preguntaba antes si el PSC había tenido síndrome de Estocolmo con Pujol y CiU. No lo sé, lo que sí tengo claro es que estos de ERC sí que lo tienen, y mayúsculo. Tienen complejo de clase subalterna. Ojo, alguno en el PSC también lo tiene.

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