Historias paralelas

Hace ahora noventa años, el 2 de agosto de 1931, los catalanes respaldaron en referéndum el denominado Estatuto de Núria. Bueno, los catalanes que pudieron votar, que eran los hombres mayores de 25 años, que la naciente República no tenía muy claro aún la conveniencia del voto femenino. La participación del 75 por ciento del censo y el apoyo al Estatuto del noventa y nueve por ciento de los sufragios emitidos, conllevaron días de euforia.

«Ya somos libres», enfatizó el 'president' Macià, lo que llevó a la revista taurina 'La Fiesta Brava', editada por aquellos años en Barcelona, a comparar el grito del honorable con el de un torero de la tierra que ilusionaba a los aficionados con sus triunfos en la Monumental. «Ya es el momento de que la justicia brille para mi», fue el clamor de Gil Tovar para llamar la atención de las empresas.

El mozo había tomado la alternativa en la plaza barcelonesa a finales de la temporada de 1930 de manos de Antonio Márquez y ante Marcial Lalanda, y necesitaba un empujón para romper las fronteras y ampliar sus feudos fuera de Cataluña, en donde siempre se le cantaron sus méritos como un torero completísimo.

El Estatuto fue recortado en su trámite parlamentario, nada quedó del 'Estat Català' ni de la autodeterminación, que fue al final región autónoma; ni de la gestión de los impuestos directos, que siguieron en manos del Estado, y así estuvo vigente hasta su derogación en plena Guerra Civil.

Por su parte, Gil Tovar también fue a Madrid a confirmar la alternativa, pero las cosas no acabaron de rodar, dio un paso atrás y pasó a las filas de los subalternos, y hasta intentó remontar su carrera desde abajo.

Estatuto y torero pasaron al recuerdo.