Triana Martínez durante el juicio por el asesinato de Isabel Carrasco
Triana Martínez durante el juicio por el asesinato de Isabel Carrasco - POOL
JUICIO CONTRA EL CRIMEN DE CARRASCO

Triana se queda sin «coartadas»

La defensa no logra apoyos para exculparla ni para probar el acoso fiscal, sexual y laboral

León Actualizado: Guardar
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«No hay quien me quite esta plaza», llegó a decir Triana Martínez a su entonces jefa en la Diputación de León. La creía suya y se le fue de las manos. Ante ella se abría la posibilidad de pasar de interina a funcionaria, pero la oposición convocada para crear el puesto de ingeniero de Telecomunicaciones en 2011 no resultó como esperaba. El primer examen ya la dejó fuera de juego y tuvo que abandonar la institución provincial. Triana se creyó entonces caída en desgracia, culpó a la presidenta, Isabel Carrasco, de impedirle obtener el empleo, de perjudicarla y de acosarla fiscal, sexual y laboralmente. Tanto ella como su madre, Montserrat González, estaban tan convencidas de esta «persecución» que la última llegó a decir durante el juicio que «si no la mato habría tenido que ir al entierro de mi hija».

Y la mató, pero cuando ha llegado el momento de corroborar sus teorías Montserrat y Triana se quedaron solas. Ningún testigo confirmó que Carrasco les dijera que había que dañar a Triana, es más, algunos ni siquiera pudieron afirmar que les hubiera hablado de ella en algún momento.

Tampoco para exculparla del crimen se han obtenido argumentos concluyentes en lo que va de juicio. Quedó constatada una cierta premeditación al haber reconocido que ayudó a su madre a buscar un arma por internet; una vecina de Carrasco también dijo haberla visto «pasear» con Montserrat cerca de la casa de Carrasco cuando ésta reconoció que le hacía seguimientos para matarla y el testimonio del policía jubilado que permitió que las detuvieran, así como sus declaraciones previas tanto en Comisaría como en el Juzgado, reforzaron la teoría de que no recogió el bolso con el arma de un garaje -como sostiene ahora- sino que su madre se lo entregó en mano para que se deshiciera de él. Tampoco la dejan en buen lugar el hallazgo de numeroso material gráfico y documental sobre la víctima en su domicilio, donde se encontró otra pistola y abundante munición y, para añadir más carga, una testigo afirmó esta semana que la joven le propuso alquilar un garaje en la calle donde residía Carrasco. Quería mantenerlo en secreto y que su nombre no figurara en el contrato. Como única justificación le dijo que la ayudaría «a pasar de algo malo a algo bueno». ¿Triana no participó en los planes de su madre? A la vista de lo expuesto no parece tan claro.

Con cada testimonio de los últimos días sus argumentos sobre esa supuesta «persecución» a la que la sometía la presidenta de la Diputación se desmoronaron, no pudiendo conseguir la defensa mucho más que generar alguna duda. Su abogado echó mano a un número abultado de requerimientos para hablar de presión fiscal hacia ella, pero hasta cinco funcionarios de la Agencia Tributaria justificaron cada notificación. Los «cruces de información» que se realizan de forma automática delataban a Triana, según dijeron. No la perseguía Carrasco -a la que muchos de los declarantes ni conocían-, sino sus propias presentaciones del IVA fuera de plazo y «discrepancias» entre lo que declaraba y lo que hacían constar sus pagadores. Sin más apoyo, el letrado cerró cada intervención cuestionando hasta los «chivatos» informatizados e insinuando que quizá entonces la orden viniera de más arriba.

Sólo un respaldo parcial

La jefa de la acusada en la Diputación fue la única que respaldó en parte a Triana. Pasó de «contar para todo» a no ser nadie en la institución provincial, y eso se vio reflejado en su estado anímico. «Estaba muy deprimida», dijo. De defender a la presidenta comenzó a criticarla en los cafés. Creía que la «perjudicaba», aunque nunca lo oyó de nadie más que de la acusada que, según aseveró, «no estudió nada» para la oposición, primero, porque creía suya la plaza y, después, porque «se empeñó en que no se la iban a dar».

También el tribunal de la oposición pasó por la sala de vistas. El fin de la defensa era constatar la existencia de irregularidades y hacer creer al jurado que fue «amañada» para dejar fuera a Triana, pero los citados insistieron en la limpieza del proceso y en el interés de la presidenta en que se llevara a cabo de forma rigurosa. No existieron reclamaciones. Ni Triana ni ninguno de los 30 que compitieron por la plaza criticó formalmente su ejecución.

También el personal de la Diputación defendió la reclamación a la acusada de una parte de su salario una vez cesada. Había solicitado compatibilizar sus labores con trabajos externos, lo que implicaba una reducción de un 30% en su nómina que nunca se le llegó a aplicar y que, cuando se detectó, le fue requerida porque era la forma correcta de actuar, señalaron.

Sorprendente fue que se citara al director autonómico de Telefónica para tratar de probar que Carrasco impedía que le diera otros trabajos. «Nunca» ofreció un trabajo a la joven, por lo que no pudo habérselo retirado después ni por decisión propia ni a petición de nadie, afirmó.

Sólo quedaba el acoso sexual, que ya había sido rebatido en sesiones previas del juicio. Nadie más que la madre, el padre y su primer abogado dieron credibilidad a esta afirmación, que no se dio a conocer en un primer momento, sino ya avanzada la fase de instrucción del caso y que ella misma negó en el Juzgado.

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