Fernando Conde - Al pairo

Tiempos modernos

Esa cultura del esfuerzo ha sido laminada por la cultura de la fortuna, del «hic et nunc», o lo que viene a ser lo mismo, el estar en el lugar apropiado en el momento apropiado

Fernando Conde
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En aquel monumento cinematográfico que escribió, dirigió y protagonizó Charles Chaplin con el mismo título de esta columna un obrero sufría las consecuencias de la industrialización en la época de la Gran Depresión. La denuncia del genio del cine mudo acerca de las condiciones que las máquinas, siempre tan eficientes, impondrían a los hombres, siempre tan ineficientes, no superó sin embargo los argumentos del futuro. Las máquinas siguen estando, de momento, al servicio del hombre, y aunque puedan sustituirlo en algunas tareas, también de momento el concurso y el ingenio del hombre son fundamentales. Se cuenta que en una ocasión se encontraron Chaplin y Einstein, y el segundo le dijo al primero: resulta admirable que a usted sin haber dicho una sola palabra en toda su carrera artística todo el mundo lo entienda; a lo que Chaplin replicó: es más admirable aún que a usted lo admire el mundo entero cuando nadie entiende una palabra de lo que dice.

Ese ingenio no sé si habrá alguna vez máquina que lo desarrolle.

Sin embargo, si hoy Chaplin volviera a rodar una película titulada así, seguramente se fijaría en otras cosas. Por ejemplo, en que ya no hace falta esforzarse demasiado para triunfar. Esa cultura del esfuerzo ha sido laminada por la cultura de la fortuna, del «hic et nunc», o lo que viene a ser lo mismo, el estar en el lugar apropiado en el momento apropiado. Y así, hoy hay decenas de programas televisivos en los que uno puede labrarse un suculento futuro en apenas unas semanas; hay instituciones como algunos ayuntamientos, y no menores, que pueden ser gobernados por personas sin la menor formación ni el más mínimo conocimiento de la gestión pública (creo que no hace falta poner ejemplos, están en la cabeza de todos); y hay un modelo de sociedad que legaremos a nuestros hijos en el que lo importante no será el fondo, ni tan siquiera las formas, lo importante será ser lo suficientemente hábil para embaucar al personal con muy poco.

Estos tiempos modernos que vivimos son los tiempos de la futilidad, del becerro de oro elevado a los altares, de la ausencia de principios éticos, del coge la pasta y corre, del no importa el medio sino el fin, de la falta de poso intelectual y del humo vendido a granel. En fin, son unos tiempos modernos que darían para una película, pero de las que te dejarían mudo.

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