Fernando Conde - Al pairo

Supositorios

«Hoy ligar la palabra corrupción a un político es un ejercicio tan practicado como el de llamar fascistas a todos aquellos que no piensan como tú»

Eso que llama usted supositorios, doctor, no los pasa mi marido ni con pan, se quejaba una buena señora a su galeno de cabecera al no acabar de entender que la vía oral no es siempre el camino más recto. Y esa misma sensación tiene un servidor ante el caso que trae de cabeza al consejero de Fomento de esta comunidad, al que -vaya por delante- no tiene el gusto de conocer. La sensación de que en tal asunto se está confundiendo el culo con las témporas, al menos periodísticamente hablando, aunque quisiera pensar que no intencionadamente. Pero lo cierto es que, ni de las conversaciones hechas públicas, en las que el supuesto cabecilla de la trama Enredadera admite la escasa simpatía que el consejero le manifiesta, ni del resultado de la llamada de minuto y media grabada por los investigadores, se puede inferir actitud culposa por parte del responsable político. O si no, ¿dónde estaría el negocio y la bicoca en algo que fue rechazado por quien recibía el ofrecimiento?

Es lógico pensar que, de haber sido un buen negocio, con trato preferente, saltándose supuestamente la legalidad y buscando algún beneficio espurio, la oferta hubiera sido aceptada sin mayores miramientos; y más si ambos fueran de pasta bizcochable y proclives a este tipo de negocietes. Pero hete aquí que lo único cierto, lo único que de verdad es constatable en este caso es que la famosa carretera no está hecha y, aunque se la espera, de momento los pueblos afectados siguen padeciendo la actual. Esa es la única certeza en todo esto.

Hoy ligar la palabra corrupción a un político es un ejercicio tan practicado como el de llamar fascistas a todos aquellos que no piensan como tú. Pero hay que poner coto a esta cacería, porque de lo contrario este país va a convertirse en un gulag invivible, pronto. Incluso el humor, ese pasto feraz para la mordacidad, la crítica social, el escarnio, la burla de la censura, el ingenio y el (casi) todovale; el humor, probablemente el signo de distinción más humano, vive ahora un tiempo de tribulación y solfa, sometido a las normas de la neocensura y el fascismo progre dominante. Y no quisiera un servidor dejarles a sus hijos un mundo así, un mundo peor.

La corrupción, que la hay y bastante por desgracia, debe ser perseguida sin descanso, pero no podemos convertir en corrupción probaba cualquier sospecha, un indicio, una opinión, una información interesada o un supuesto periodístico. No. Eso es jugar con fuego. Y el supuesto, en este caso concreto, es más bien un supositorio, de esos que aquella buena señora decía que no se tragaban ni con pan.

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