A San Frutos en pollino

A la ermita de San Frutos, en un meandro rocoso de las Hoces del Duratón que conforma uno de los parajes más espectaculares de nuestra geografía, se llega desde un camino que parte de la colindante localidad de Villaseca, cuyo mal estado de conservación han denunciado los empresarios de turismo rural de Segovia. Las quejas de los visitantes son continuas. Polvo en verano, charcos el resto del año e infinidad de baches para cubrir este tramo de casi una legua. Los inconvenientes del campo, en suma.

Cuando aquel santo de la España visigoda se retiró a la paramera que corta y serpentea el río, consagrado a la vida contemplativa -religiosa, se entiende, porque la ociosa de los ninis ha surgido después-, seguramente lo hiciera atraído por la singular belleza de un paisaje donde solo el silbido del viento y el imponente aleteo de los buitres rompen el silencio que invita a la oración.

Allí, en ausencia de ministras peleadas, ningún zascandil iba a molestarle para narrar las últimas andanzas de Chindasvinto, Recesvinto y Wamba, o las intrigas del aula regia.

Mientras las administraciones competentes acometen el arreglo, propongo una medida práctica y ecológica, aparte de la bicicleta que adoran los perriflautas. Si hay que hacer de la necesidad virtud, si los emprendedores ven posibilidades donde los mortales sólo hallamos problemas, efectúese el itinerario sobre un cuadrúpedo ungulado de la familia de los équidos, bien sea pollino, asno o acémila. Mijas se ha hecho famosa por los burros que muestran las empinadas calles a los turistas, y el mismísimo Alfonso XIII recorrió a caballo Las Hurdes hace un siglo. Además, con la senda reparada puede aparecerse un tal Pedro Sánchez en coche particular, empeñado en recorrer hasta el último rincón del país para mostrar «su» proyecto de partido. ¡Y no es plan!