Salvador Rus Rufino - UN TIEMPO PROPIO

Saber estar

«Un político puede y debe tener ambición, pero siempre que presente sus éxitos como un logro de todos y para todos»

Salvador Rus Rufino

Comentaba un buen conocedor del arte de Cúchares que si el torero no está en su sitio, el toro se lo lleva por delante, le pasa por encima y lo arrolla. En la política sucede algo parecido. Aquel que pisa su terreno, que se aventura a situarse en territorios ajenos y extraños, suele salir mal parado. ¿Por qué sucede esto? Porque tanto en el toreo como en la política, esos movimientos arriesgados se realizan movidos por la ambición, por conseguir alcanzar un puesto que en la propia formación, en su terreno, quizá se había vuelto una meta imposible de conseguir. Como se ve, el tránsfuga se mueve por dos motivos, el primero querer y desear ser más de lo que es o espera ser . Segundo, una falta de información veraz que le lleva a diseñar unas realidades ficticias que solo habitan en su ofuscada mente. Como consecuencia de la ambición y de la ficción aparece el deseo de hacer daño a su antigua formación para que ésta no alcance sus objetivos, es decir, la venganza porque no han sabido reconocer sus méritos y cualidades.

En la historia ha habido y habrá tránsfugas en todas las formaciones políticas y en todas las épocas. Estos días se ha hablado de Churchill, que se pasó del partido liberal al partido conservador, donde alcanzó sus objetivos. O el ministro Fernández Ordóñez, que militó en la UCD y en el PSOE. La lista se podría ampliar con otros nombres. La experiencia muestra que unos tránsfugas consiguieron sus objetivos y otros no. Los que fracasaron cayeron en el más absoluto de los de los anonimatos . Su carrera como políticos se truncó por no estar en su sitio y el vendaval de la política se los barrió como el viento a las hojas caídas en otoño.

La ambición se puede considerar como un deseo intenso y vehemente de conseguir una cosa difícil de lograr, especialmente riqueza, poder o fama. En el caso que nos ocupa y es conocido por todos, además de los tres fines que posiblemente movían a la excandidata, se produjo un hecho que descalifica a la persona y a la organización: mentir manipulando los votos. Utilizar sin permiso identidades de militantes que habían decidido no participar en la votación, o bien, lo iban a hacer más tarde. Una persona y una organización que miente, manipula los datos y no respeta la libertad, no es de fiar. Castilla y León no se merece gobernantes y políticos que mientan y que además se crean que con esas mentiras están favoreciendo a la Comunidad.

Para estar en política se exige integridad moral. Un político honesto trata de servir y no servirse de su cargo y posición y sabe debe proponerse objetivos y retos que beneficien a todos; tiene capacidad para asumir riesgos y aceptar las críticas a sus decisiones y a su gestión; no alardea de sus éxitos, de sus logros, sino que considera que es fruto del trabajo y de la dedicación de su equipo; es proactivo, no solo expone unas ideas, sino que las lleva a cabo con tesón y esfuerzo; potencia la creatividad porque sabe crear nuevas servicios y desarrollar nuevas políticas en beneficio de todos; se rodea de un equipo eficiente, fuerte, cohesionado y comprometido para sacar adelante las propuestas y los proyectos, y jamás compite contra otros, sino que trata de superarse a sí mismo cada día para poder seguir creciendo con su equipo para servir mejor a la sociedad y a los ciudadanos.

Estas características de un político es el reverso de la ambición como pasión desmedida para conseguir situarse en la cima del poder . Un político puede y debe tener ambición, pero siempre que presente sus éxitos como un logro de todos y para todos. Su cargo y posición tienen como fin servir a la sociedad y no servirse de las prebendas que le proporciona. En definitiva, como decía Aristóteles, el buen ciudadano, la persona honesta, el político que de verdad lo es, el aquel que realiza lo que debe hacer cuando tiene que hacerlo, siempre en beneficio de los demás, nunca en provecho propio. En definitiva, saber estar y servir.

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