Vicente Ángel Pérez - Corazón de León

La pensión debida

De marejada, camino de la fuerte marejada, navega estos días la nave de la cultura española

Vicente Ángel Pérez
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De marejada, camino de la fuerte marejada, navega estos días la nave de la cultura española por los rayos y truenos que, de pronto, como en una tormenta veraniega, han descargado desde la siempre incierta y amenazante nube de las pensiones. Por estos lares se sabía que, según la legislación, cobrar una pensión de jubilación es incompatible con desarrollar una actividad habitual con la que se perciben ingresos que superan el salario mínimo interprofesional (9.172,80 euros al año), límite fijado en la reforma de pensiones de 2011.

Ahora, en 2016, tres grandes autores leoneses han encabezado la marea cultural para combatir el acoso al que se ven sometidos, según dicen, por la Hacienda española, que no les deja compartir pensión con trabajo remunerado.

La voz más influyente ha sido la de Antonio Gamoneda (leonés de pro, pese a su nacencia asturiana), uno de los mayores poetas españoles del último medio siglo, a quien otro leonés, nacido en Valladolid, Rodríguez Zapatero, apadrinó para que se le concediera, con todo merecimiento, el premio Cervantes en 2006, recompensado con 90.430 euros. Gamoneda ha dicho que «tendré que dejar de escribir, porque, con lo que gano con mi escritura no puedo vivir».

Y lo dice a poco de cumplir los 85 años y con una mochila cargada de premios y reconocimientos. Pero esa frase, en un poeta, chirría para quienes, como muchos de sus lectores, creen que un poeta nunca puede dejar de escribir y menos por un quítame allá una pensión.

Junto a la voz de Gamoneda se han levantado las de Antonio Colinas, el bañezano autor de «Sepulcro en Tarquinia», una joya poética que mereció el premio Nacional de Poesía. Colinas es poeta y traductor afamado y premiado, pero también la incertidumbre de la jubilación le ha pillado por sorpresa, quizás porque, como antaño dijo otro poeta (Gil de Biedma), «que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde». Y más tarde aún, que existe un organismo por nombre Hacienda que controla los números de quienes se dedican a las letras.

También Luis Mateo Díez, el académico leonés, se ha quejado de la normativa, pese a que él, más espabilado, supo compaginar la literatura con su actividad como funcionario del Ayuntamiento de Madrid. Hoy cobra una pensión superior a los 2.000 euros, pero se resiste a tener que prescindir de ella si por derechos de autor o por lo que fuere, cobrase cada año más de 9.000 euros.

El asunto es complejo. Se presta a lo políticamente correcto, pues tocar el bolsillo a la «intelectualidad» no está bien visto, como tampoco, ¡qué cosas!, criticar a los futbolistas que defraudan a Hacienda. Parece de sentido común que los escritores cobren los derechos de autor por obras publicadas antes de su jubilación, como también parece insensato que los llamados «creadores» o «intelectuales» tengan bula para compaginar pensión y sueldo.

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