F. HERAS
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Notas de andar y ver

Nórdica recopila una serie de artículos de viajes de Julio Llamazares en una edición con fotografías de Navia e ilustraciones de David de las Heras

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Las curiosas ilustraciones de David de las Heras y las fotografías de Navia (que deberían haberse numerado para una consulta más cómoda y eficaz) acompañan estas «Notas de andar y ver», como diría el clásico. Esta obra de Julio Llamazares, titulada algo pomposamente, «Atlas de la España imaginaria». La precede un excelente prólogo de Pedro García Martín que finaliza con ese evocador parlamento: «Porque sé que morar en esta quimera alivia la angustia humana: como el pan cotidiano que distrae el hambre; como el cuerpo amado que deleita la carne. Mi hambre, mi carne y mi angustia. Mi nostalgia del paraíso perdido».

Más que ante un atlas de la España imaginaria, justo es confesar que nos encontramos con una serie de observaciones itinerantes, publicadas originariamente en el Magazine del periódico La Vanguardia, con ese estilo tan personal del escritor cuando describe las tierras de España.

Las siete entregas se corresponden con una región representativa de la geografía española, pero parece claro el diferente trato que reciben, palpable en la bibliografía citada al respecto. La sinceridad descriptiva queda palpable en las líneas del autor, a quien no le duelen prendas en afirmar en algún pasaje: «Al menos en el trayecto que cruza la carretera de Andalucía, que posiblemente sea uno de los lugares más feos y menos indicados para hacer una parada de toda la región».

Estamos ante una obra acorde con una forma de ver el paisaje muy lograda por el escritor en diversas ocasiones

La rotundidad anterior tiene su compensación en la mirada curiosa y literaria de la mayoría de las zonas descritas. Jauja, por ejemplo, muestra divertidas reminiscencias indirectas de la obra de Lope de Rueda, nacido en Sevilla y muerto en Córdoba. Babia aporta el mejor sentimiento itinerante de Julio Llamazares, de sus múltiples viajes, ensalzando la trashumancia, a los maestros babianos y, sobre todo, su paisaje y la magnanimidad de sus habitantes. «Entre Pinto y Valdemoro», es el pasaje menos favorecido: «¿Por qué este lugar, de paso y nada atractivo precisamente (al contrario, pocos sitios habrá tan anodinos en Madrid, por no decir España entera) fue elegido por la gente para metaforizar la indefinición o un pronóstico impreciso de futuro?». Muy erudito resulta el pasaje de la ínsula Barataria, con ecos abundantes del mundo del Quijote. Algo semejante, en tono menor, ocurre con Fuenteovejuna (presente tantas veces de forma separada y con b cuando se habla de la villa) y como representación del orgullo teatral de sus habitantes. O el casi aforístico «Por los cerros de Úbeda», eco de tantas visiones legendarias desde la batalla de las Navas de Tolosa. No sería arriesgado pensar que todos los logros literarios, históricos y legendarios, influyen en el tratamiento de Las Batuecas, zona del sur de Salamanca. Vista la bibliografía, la prehistoria, la historia y la recreación, se puede afirmar que se halla, probablemente, entre las mejores creaciones de Julio Llamazares en el libro.

Estamos ante una obra breve, manejable, protegida por una buena complementación gráfica, acorde con la forma de ver el paisaje, forma ésta muy lograda por el escritor en diversas ocasiones.

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