«Machado es más necesario que nunca en una sociedad que escucha muy poco»

Antonio Machado llegó a Soria en 1907 para ocupar la Cátedra de Francés de su viejo instituto. Allí conoció y se casó con Leonor Izquierdo, escribió ‘Campos de Castilla’ y permaneció hasta que en 1911 se trasladó a París, donde el fatal destino quiso que su gran amor contrajera la tuberculosis, obligándoles a regresar a la ciudad castellana, donde ella moriría un año después. Fue entonces cuando el poeta abandonó definitivamente esta ciudad que tanto le recordaba a su querida Leonor camino de Baeza, pero Soria nunca olvidó a quien mejor la plasmó en su obra. Por ello, la ciudad elegida para recordar al más joven representante de la Generación del 98 en el marco del Festival Internacional de Literatura en Español no podía haber sido otra.

Hasta allí se han desplazado este domingo por la mañana el escritor y miembro de la Real Academia de la Lengua, Antonio Muñoz Molina, y el hispanista de origen irlandés Ian Gibson para reivindicar la «plena actualidad» de un autor en una España «que gasta gran parte de sus energías creativas en la confrontación y en el desprecio».

«Lo que hace Machado con la lengua castellana es prodigioso porque lo hace desde la conciencia de la tradición popular. Su lengua es la del habla. Fue un defensor de la claridad en el habla y en la escritura, pero también como arma de razón y convivencia», ha desteacado Muñoz Molina, que ha considerado al autor sevillano «ejemplar hace 80 años y hoy». Ha respondido así a la pregunta sobre la vigencia del poeta y su obra por parte del también escritor César Millán, quien fue el encargado de moderar la conversación enmarcada en el título «La Dignidad y la Decencia», que ha podido también ser seguida en streaming.

Para Muñoz Molina, Machado fue un autor que rechazó la agresividad en el lenguaje y también en las formas, que fue firme y cristalino con los principios democráticos y la cultura popular, algo que fue «fundamental cuando vivía y hoy en día».

En la misma línea se ha manifestado el hispanista, que al principio de su intervención abordó el personaje desde un punto de vista biográfico, resaltando la herencia cultural que había recibido de su familia. Coincidió con Muñoz Molina en que la palabra de Machado es una palabra sin estridencia, más necesaria que nunca en una sociedad en la que «se grita». Ha contrapuesto la actitud que mantuvo el poeta sevillano, que recomendó siempre «escuchar para poder aprender del otro», a unos tiempos en los que «da la impresión que se escucha muy poco y todo el mundo quiere hablar para imponer su propio criterio».

Gibson, que lleva afincado en España desde 1984, ha reconocido que, al igual que le ocurrió a Machado en su época, también él siente una especie de «amor y rabia» por España, ya que podría ser «mucho más de lo que es». En cuanto a su obra, Muñoz Molina ha destacado su preocupación por la ecología y el modo en el que la naturaleza está en los versos del sevillano, más cercanos a la poética americana o china: «Parecía un poeta de otro sitio». Ha resaltado también su defensa de la cultura popular», que relacionó con «un proceso educativo riguroso». Recordó al respecto su «vital» paso por la Institución Libre de Enseñanza. Subrayó también Gibson, por otra parte, su «gran sentido del humor», pese a que, ha añaido en este sentido Muñoz Molina, fue un andaluz serio y hostil a los estereotipos regionales. Cuestionados por su interlocutor, han coincidido ambos en apuntar que no tendría sentido hoy trasladar los restos mortales del escritor desde Conllioure (Francia), donde murió durante el exilio, ya que el hecho de que esté allí es algo «definitivo e irrevocable».