José Gabriel Antuñano - El callejón del gato

Nombres propios

«Para coronar el proyecto del PSCL faltaron dos piezas: la mediocre labor en Cortes del errático Tudanca y el propio candidato»

ICAL

EL PSCL ganó las elecciones: fue el premio a un trabajo bien enfocado. Realizaron autocrítica y pusieron en marcha soluciones, implantaron más el partido, se pegaron a tierra y al talante de los potenciales votantes. Aprovecharon la indolencia de la Junta y las guerras internas en el PP. Para coronar el proyecto faltaron dos piezas: la mediocre labor en Cortes del errático Tudanca, que no puso en aprietos a los populares; y el propio candidato, pues con otra cabeza de cartel hubieran obtenido mejores resultados. Conscientes de su debilidad y escaso tirón (a veces resta), optaron por esconderle; el perfil bajo de la campaña electoral, dictado desde Ferraz, ayudó la estrategia.

Con un 4,5% más de apoyo sobre el PP y 6 escaños más, Tudanca jugó mal las cartas de un problemático pacto con Cs. No tomó iniciativa alguna, ni se despegó del sanchismo. Acaso no le hubiera servido de mucho porque el inescrutable e inexperto equipo negociador de Cs probablemente no se hubiera acercado al PSCL, pero a él le hubiera proporcionado relevancia. El PSCL con Tudanca tiene un problema de liderazgo. No son tiempos de cambio, pero el secretario general debe tomar nota. Quizás no le vendría mal mejorar la preparación, la contundencia argumentativa, adquirir más liderazgo entre socialistas, ser propositivo y no veleidoso, sino quiere verse removido de la secretaria, porque Sánchez frío, calculador e implacable ya le pagó el favor de su apoyo. Las cuentas están saldadas. ¡Vaya! en Ferraz no están contentos con la gestión de la victoria.

El otro nombre propio, Fuentes en su tranquila jaula de oro de la Presidencia de las Cortes. Poco le importa encontrarse en vía muerta. Y poco importa a Mañueco que la presidencia la ostente Cs: ha situado a Francisco Vázquez de vicepresidente y los hilos los manejará a su antojo. El «ahora empieza el cambio» de su discurso, es un síntoma de un político, elevado por Villegas (la misma pasta).

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