Ignacio Miranda - Por mi vereda

Maldita Leyenda Negra

«Lo terrible, según explica la artista -Paloma Pájaro-, es que la práctica totalidad de la mediocre clase dirigente y muchos intelectuales han asumido las sombras y no las luces»

D. ARRANZ

De higos a brevas, ahora que estamos en la época propicia, surge alguna voz aislada entre la opinión pública española que clama contra la dictadura de lo políticamente correcto. O, más bien, tiranía, que termina por someter y anular el pensamiento de una sociedad idiotizada. Sólo así se entiende la censura a una valerosa monja de La Rioja que, en las fiestas de su pueblo, cita a una vaca brava en el encierro con un mantel, mientras nadie dice nada de las cansinas soflamas independentistas que la omnipresente dominica argentina sor Lucía Caram propala por las televisiones.

Porque la tauromaquia es reflejo de un país atrasado e inculto. Por eso, el genial Ignacio Sánchez Mejías toreaba a las cinco y a las ocho daba una conferencia en el Ateneo de Valladolid. Sin embargo, el nacionalismo goza de la simpatía progre.

Paloma Pájaro es una joven pintora salmantina que, harta de la empanada mental que nos rodea, ha colgado los pinceles para difundir desde Youtube un «sano patriotismo», ante el grave cuadro de descomposición nacional. Licenciada en Bellas Artes y máster en postproducción digital y estudios avanzados de filosofía, pretende contribuir con su audaz iniciativa, el canal «¡Qué m... de país!», a superar los numerosos complejos que han calado en nuestro subconsciente colectivo por culpa de la leyenda negra. La que deja a salvo algunos periodos puntuales: el reinado de Carlos III, las dos repúblicas y, cómo no, la idealizada Al Ándalus, que ignora por sistema la existencia anterior de un tal Isidoro, el gran humanista de la Hispania visigoda.

Lo terrible, según explica la artista, es que la práctica totalidad de la mediocre clase dirigente y muchos intelectuales han asumido las sombras y no las luces, porque también España tuvo renacimiento, reforma, ilustración, revolución industrial y ciencia.

Otro efecto más de la mentira. Paloma también pone en el disparadero la actual instrumentalización del feminismo, que crea situaciones absurdas y aberrantes, y lamenta el clima de confrontación generado tras la llegada al poder de Zapatero. Pero ahí está ella, una Agustina de Aragón digital y sin cañones que nada contra corriente para denunciar las incongruencias de la izquierda. Ánimo.

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