Ignacio Miranda - Por mi vereda

El caballo de Pavía

El asno, por el pelo algodonado de Platero que glosaba Juan Ramón, suele tener un pase

El procurador de Ciudadanos, Francisco Igea, y el de Unidas Podemos, Pablo Fernández ICAL

Anda Paco Igea particularmente bronco con Juan García-Gallardo. Es lo que tiene pasar de la vicepresidencia omnisciente al escaño solitario, de las prebendas del poder al trabajo ingrato de la oposición, del cielo regenerador naranja al engrudo del grupo mixto. De pronto compara al líder regional de Vox con un jarrón chino o con un alguacilillo, porque ya saben que un sector considerable de la progresía española odia al caballo. El asno, por el pelo algodonado de Platero que glosaba Juan Ramón, suele tener un pase. La mula, más rústica, descarnada y fea, también. Pero al caballo y al que lo monta, leña. Primero aseveró Igea que en el Colegio de la Asunción, sede de la presidencia de la Junta de Castilla y León, se iban a habilitar unas cuadras para los semovientes de García-Gallardo, que practica el salto de obstáculos, dando a entender que el abogado burgalés pasará mucho tiempo ocioso.

También el reputado golfista Óscar Puente criticó a los manifestantes que acudieron a lomos de sus jacas a la protesta del campo español en Madrid, al tildarlos de «marquesado de Vox». Entonces, aparece de modo fortuito en escena el ministro de Agricultura, Luis Planas, que destaca el potencial de crecimiento del sector ecuestre al presentar el segundo estudio sobre su impacto en España, con datos harto reveladores: mueve 7.392 millones de euros al año, representa el 0,59% del PIB, genera 150.000 empleos -jinetes, mozos, herradores, veterinarios, piensos, transportes, seguros...- y está muy ligado al desarrollo rural. Castilla y León tiene un censo de 74.885 ejemplares, el 10% de la cabaña nacional, que suponen un gasto anual de más de 450 millones de euros. Hoy, los équidos están presentes en el ocio, el deporte, ciertas terapias de integración, las fuerzas de seguridad, espectáculos... Verlos desde otras perspectiva es caer en una penosa demagogia que recuerda clichés medievales.

Aunque mucho peor pone las cosas, desde luego, el portavoz de Podemos en las Cortes de Castilla y León, Pablo Fernández, al afirmar con todo cuajo que algunos, «si pudieran, fusilarían a miembros de su partido». Pues ya estamos en lo de siempre: una izquierda radical sin norte que necesita recurrir al discurso guerracivilista para decir algo y acaparar titulares. Una auténtica infamia mientras vemos los horrores de ciudadanos ucranianos desarmados abatidos en las calles de Bucha. Las huestes podemitas harían bien en aprovechar la Semana Santa para acercarse hasta la tumba de un tal Adolfo Suárez, en la catedral de Ávila -quizás sea demasiado pedir que entren en el claustro de un templo- para leer, memorizar y asimilar su epitafio: «La concordia fue posible». No dinamitemos desde el extremismo y la cizaña del odio el periodo más próspero en libertad de la historia de España de los últimos dos siglos. Incluido el célebre episodio del caballo del general Pavía en el Congreso, en 1874, que no fue tal.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación