Historias y testimonios en plata

El Festival Internacional de Fotografía revela parte del trabajo realizado por el palentino Álvaro de Castro Cea a principios del siglo XX, hoy custodiado por el Archivo Provincial

Exposición «Álvaro de Castro Cea», que se puede ver en la Plaza Mayor de Palencia ABC

H. Díaz

Una fotografía adquiere valor cuando se puede disfrutar de ella; si no, es un mero papel», defiende Alfonso de Castro y Castrillo, hijo y nieto de los fotógrafos naturales de la comarca de Ampudia, Álvaro de Castro Cea y Álvaro de Castro del Bosque, cuyos trabajos nutren hoy uno de los fondos más amplios que custodia el Archivo Histórico Provincial de Palencia.

Recuerda que la curiosa relación de su abuelo con la fotografía comenzó en 1907, cuando abandonó su profesión de guarnicionero desanimado por la paulatina industrialización del campo y su afición le llevó a comprarse su primera cámara fotográfica. Con ella comenzó un trabajo «semi» profesional que compaginaba con su labor de tendero y cantinero local. «Eran tiempos difíciles. Entonces la gente no tenía para comer, así que menos para retratrarse. Recurrían a él cuando requería fotos para documentos, la solicitud de subvenciones...». Esas fotos sencillas, estáticas, la mayoría retratos en solitario, a veces de niños, otras -las menos- más preparadas con el objeto de servir de regalo, constituyen un tesoro documental de la provincia. «Es la historia de un pueblo de la meseta castellana en aquella época, de cómo vivían sus gentes, de su paisanaje y sus costumbres», defiende Inma San José, fotógrafa del Archivo, quien contactó en 2013 con el padre de Alfonso, responsable de la donación. «Lo bueno de la fotografía es que es un fiel reflejo sin maquillar. Si era una familia económicamente pudiente se le notaba, y también si era pobre». El amplio fondo lo constituyen 3.000 platas (alrededor de 1.500 en vidrio y otras 1.500 en celuloide) y un total de 10.000 negativos de Castro del Bosque, estas últimas instantáneas de calle, «con procesiones, las fiestas de los quintos o celebraciones». Su buen estado de conservación posibilitó digitalizar prácticamente todo el legado, labor en la que San José empleó tres años. Hoy, ese trabajo ha permitido nutrir una de las exposiciones del Festival Internacional de Fotografía de Castilla y León, con sede en Palencia , en cuya Plaza Mayor se reproducen en un tamaño de 1,80 por 1,80 una cuidada selección de este legado. Algunas son imágenes «muy entrañables», considera De Castro, y pone como ejemplo el retrato una joven mujer llamada Leonarda Garrido, que posó cual modelo ante la cámara de su abuelo, y cuyo resultado sorprendía hace unos días a su hijo, que se reencontraba a tamaño descomunal con una instantánea que guardaba con recelo en su casa.

«Es la magia que permite nuestra tarea», sostiene con orgullo San José, a quien urge recuperar cuanto antes un patrimonio «que es de todos» y que «está desapareciendo» porque sus descendientes no le dan el suficiente valor: «Tanto Álvaro como su padre hicieron una labor maravillosa de la que no han sido conscientes hasta que no lo hemos dado a conocer». «Esto es cultura. Es una pena que se pierda guardada en trasteros» , concluye Alfonso.

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