Belén Hernández, en la consulta de Corporales con un paciente
Belén Hernández, en la consulta de Corporales con un paciente - ABC
Sanidad

«Es una gozada; aquí tenemos más tiempo para los pacientes»

Los kilómetros por carreteras imposibles de la Cabrera, León, no impiden a Belén Hernández, médico de familia, defender una labor cuya única pega es la escasez de medios humanos

Valladolid Actualizado: Guardar
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Belén Hernández, médico de familia, recorrió el pasado mes 430 kilómetros para atender a los pacientes de los nueve pueblos que tiene asignados en la provincia de León. Su «centro de operaciones» está en Truchas, un pequeño municipio de la Cabrera leonesa a donde se traslada todos los días desde la capital. Hora y media de viaje por una sinuosa carretera de montaña que comparte cada jornada con otros sanitarios, lo que hace el camino más llevadero.

En Truchas se encuentra el Centro de Salud desde el que parte en diferentes rutas hacia Baíllo, Corporales, Saceda de Cabrera, Castrillo de Cabrera, Noceda, Marrubio, Odollo y Nogar, pequeñas poblaciones en las que atiende a 206 personas. Dos días a la semana Belén atiende a los enfermos de Corporales, «donde más pacientes tengo» y, de camino y si hay avisos, a los de Baíllo, ya que allí no hay consultorio; los miércoles se queda en Truchas - «toca analíticas»- y hay más movimiento de los pueblos de alrededor; los viernes se traslada hasta Nogar y, para los martes, queda «la ruta».

En este caso son 34 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para acudir a los consultorios de Odollo, Castrillo y Marrubio.

Con los vecinos de Saceda y Noceda la atención se presta «a la demanda» y sólo si hay avisos se llega hasta sus domicilios. En caso contrario, y dado que no cuentan con consultorio, los pacientes «bajan a la carretera, me dicen lo que tienen y les vemos en el propio vehículo, donde les extendemos las recetas que quieren y se les hacen los pequeños controles que necesiten». «Si hay un aviso, hay que dejar el coche abajo y subir andando como hacen ellos porque es una zona de montaña y las cuestas son empinadísimas», aclara la doctora. En Saceda, durante todo el invierno sólo vive un matrimonio de personas mayores, Irundina y Felipe, a los que visita habitualmente la asistente social y con los que la propia Belén procura contactar telefónicamente durante sus guardias para comprobar que están bien. En Noceda, sus tres o cuatro vecinos «bajan hasta Castrillo». «Aquí ya hacemos incluso vida social porque nos podemos juntar hasta cinco personas», bromea. Éste es el plan semanal de Belén, al margen de las oportunas guardias médicas que se realizan en Truchas. Sin embargo, reconoce sentirse feliz con un destino en el que lleva sólo un mes, pero con el que ha pasado de tener 1.800 tarjetas sanitarias (los de su plaza anterior en Eras de Renueva) a 206. «Ahora tengo tiempo para ver a los pacientes y el contacto con ellos es mucho más directo», asegura, mientras recuerda los teóricos cinco minutos que tenía asignados en su anterior destino, donde la consulta diaria no bajaba de las 50 personas. Ahora, en Truchas, reconoce que la incomodidad de los kilómetros - «es un sitio bellísimo, ideal para hacer turismo»- se compensa con creces con la posibilidad de acercarse a los vecinos, tratar con ellos y prestarles una atención personalizada que en un gran pueblo o ciudad es impensable.

Esta médico de familia explica que su vida profesional casi siempre se ha desarrollado en el mundo rural, aunque nunca en lugares de tan difícil acceso como ahora, pero, a pesar de todo, insiste en que «es una gozada, es otra forma de trabajar, no tiene nada que ver». Como interina que ha conocido ya distintos destinos, afirma que siempre se ha sentido «médico de pueblo, algo que he querido ser desde pequeña». «Me gusta el contacto, el tener tiempo para ver a la gente, no como en la ciudad», señala, porque la realidad es que «tenemos a los pacientes muy bien vistos, aunque luego con la intendencia hacemos lo que podemos». De hecho, su única queja es que falta gente para hacer guardias y sustituciones.

Es, en todo caso, una experiencia que Belén defiende, aunque también reconoce que tiene que tener una fecha de caducidad, ya que más de tres años puede suponer cierto parón profesional porque se pierde en experiencia. Y, como anécdotas, recuerda la primera vez que en uno de sus pueblos pidió una ambulancia para trasladar a un enfermo y, en su lugar, se encontró un helicóptero.

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