Fernando Conde - Al pairo

Feliz Semana Santa

«La Semana Santa es probablemente de todo el calendario festivo-religioso español la época con mayor carga simbólica y de mayor espiritualidad compartida»

Fernando Conde
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Preparados ya para vivir una intensa semana de pasión, de encuentros y desencuentros, de vaivenes y cantos sordos, de lealtades y traición, de cuerpos traspasados por el dolor, de imágenes que nos inquietan y que perturban nuestro cotidiano trajín, de movimientos por debajo de las faldillas, de recogimiento, de entrega, de reflexión, de silencio… ¡No!, no es ningún congreso regional o provincial del PP o del PSOE, es simple y llanamente la Semana Santa.

Y como todas, ésta cada cual la vivirá y celebrará a su manera. La Semana Santa es probablemente de todo el calendario festivo-religioso español la época con mayor carga simbólica y de mayor espiritualidad compartida. Porque así como la Navidad tiene un marcado componente lúdico, tal vez por que lo que se celebra entonces es un nacimiento, una nueva vida, un comienzo...

ahora, en cambio, lo que «celebramos» es el fin, la muerte y el acabose... con resurrección. Pero ante la perspectiva de la muerte hasta los vivos empalidecemos y nos mostramos más humanos (el mismo Trump parecía esta semana un humano conmovido por la muerte de inocentes sirios). De otra parte, es cierto que, así como la Navidad se celebra prácticamente igual en todas partes, no sólo de España sino del mundo, la Semana Santa es un ciclo neta y culturalmente español. Un tiempo en el que las distintas Españas muestran a través de su interpretación del hecho religioso su idiosincrasia, sus variantes, sus caracteres dispares y sus diferentes formas de afrontar la vida: con seriedad y austero estoicismo en la meseta y con algarabía y festividad vital allende Despeñaperros, por poner dos visiones tan arraigadas como diversas. Y es en Semana Santa cuando España es más España que nunca. Porque, al margen de estúpidos cotidianos, el hecho compartido de la Pascua ayunta la vida de los españoles desde Rosas hasta Isla Cristina y desde Gata hasta Finisterre. Pese a quien pese.

Un servidor, por de pronto, volverá a su Castronuño, si no de nación sí de pación, para disfrutar de la merienda comunal de Jueves Santo. Y respetará la postcuaresma del Viernes Santo porque la tradición así lo exige. Y renovará el voto de quienes retornan al lugar común, al recuerdo de su vida. Y creerá un poco más en Dios, si hace falta. Y pensará que quizá llegue el día en que el género humano entienda el mensaje y empiece a querer y respetar al prójimo como a sí mismo. En fin, ¡feliz Semana Santa! Aunque suene raro.

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