«Se nos va un faro para los riosecanos, pero seguirá todo su buen hacer y enseñanzas»

Blázquez ensalza la «capacidad de palabra fácil y de decir cosas que ayuden, iluminen, conforten y exhorten» de Carlos Amigo mientras el alcalde de Medina de Rioseco lamenta la pérdida de su «mejor embajador»

El cardenal arzobispo Carlos Amigo, el día que se inauguró la escultura dedicada a él en el Museo de San Francisco de Medina de Rioseco ICAL

H. Díaz

En el atrio del Museo de San Francisco, en Medina de Rioseco (Valladolid) reposa una imponente escultura realizada en bronce de fray Carlos Amigo Vallejo . En su inauguración, allá por el año 2007, el entonces cardenal arzobispo de Sevilla confesaba que más que la propia talla lo que le gustaba era «tener la memoria viva» en el recuerdo de las personas que había conocido a lo largo de su vida «y la huella que haya podido dejar en su corazón». Esa señal permanecerá seguro más imborrable desde ayer, cuando el municipio vallisoletano recibía apesadumbrado la triste noticia del fallecimiento del más ilustre de sus vecinos. El arzobispo emérito de Sevilla fallecía a los 87 años en el Hospital Universitario de Guadalajara al no poder superar una intervención quirúrgica de los pulmones que se le practicó el lunes.

« Se nos va nuestro mejor embajador, una persona que siempre tenía palabras de aliento en los momentos más difíciles» , declaraba a este periódico su alcalde David Esteban Rodríguez, recordando lo unido que siempre había estado a su municipio natal y el cariño que el pueblo le profesaba cuando tenía la ocasión: «Allá donde iba el cardenal, iba Medina de Rioseco».

En 1973, a sus 39 años, este franciscano de carácter «abierto y polifacético» y con «una capacidad de trabajo increíble» -en palabras de su familia- se convirtió en el arzobispo más joven del mundo al ponerse al frente de la Iglesia de Tánger. Casi una década más tarde, en 1982, fue nombrado arzobispo de Sevilla y en 2003 recibió del Papa Juan Pablo II el capelo cardenalicio. En la capital hispalense se quedó a vivir, pero en el corazón del ya arzobispo emérito siempre estaba su localidad natal: «Que no se preocupen en Sevilla ni tampoco en Rioseco, porque el corazón es muy grande y puede abrazar a todos», declaraba cuando en noviembre de 2003 recibía emocionado el título de ‘Hijo Predilecto’ de Medina arropado por vecinos y familiares. Dos años más tarde incluso llegó a sonar como papable cuando fue elegido Benedicto XVI.

«Ha sido un faro para los riosecanos», añadió ayer el primer edil, para quien la muerte de su ilustre vecino es «una pérdida irreparable», aunque «él va a seguir siempre entre nosotros a través de todas sus enseñanzas y buen hacer», matizaba.

En señal de duelo, el Ayuntamiento de Medina de Rioseco decretaba desde la pasada medianoche dos días de luto oficial. El primer edil, que no descartó tener pasado un tiempo un acto en el propio municipio como recuerdo, confirmó su presencia en el funeral que se celebrará este sábado en Sevilla: «El cardenal era nuestro riosecano más ilustre, pero es que es Patrimonio Universal».

De su entrega «al servicio pastoral» se hizo eco el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, quien lamentó a través de un mensaje en Twitter el fallecimiento del prelado, una persona -recordó- «orgullosa y enamorada de su pueblo». El dirigente regional, que envío su «cariño y sentido pésame» a familia y amigos, destacó que la muerte de Amigo supone «una gran pérdida para Castilla y León y para la Iglesia».

A las condolencias se sumó el arzobispo de Valladolid, el cardenal Ricardo Blázquez , quien ensalzó en un comunicado la «capacidad de palabra fácil y de decir cosas que ayuden, iluminen, conforten y exhorten», «Siento mucho que nos haya dejado; ha pasado a mejor lugar», sentenció Blázquez también de fray Carlos Amigo, de quien subrayó que lo acogió «como un hermano mayor a otro hermano» cuando se incorporó a la Conferencia Episcopal. «Siempre nos saludábamos de la misma forma. Yo decía. ‘¿Cómo está el más eminente de mis feligreses?; y él respondía: ‘Y, ¿cómo está mi único obispo?’», rememoró el arzobispo antes de pedir al Señor que le «conceda el premio eterno en sus trabajos» y «la paz eterna».

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