Ignacio Miranda - Por mi vereda

Casa Mauricia

«A Mauricia le llegó la imperiosa necesidad de ser madre. A destiempo, ha querido llenar de churumbeles la casona familiar...»

Ignacio Miranda
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Me parece fenomenal que las señoras de cierta edad se pongan el mundo por montera para ser felices, para pasar sus postreros años alegres, jacarandosas y dando que hablar al vecindario. Ahí tienen a la espléndida Lucía Bosé, ejemplo de vitalidad con su cabellera azul eléctrico o cobalto oscuro, según se mire, que aporta colorido al campo de Segovia. O la personalidad genial de la recordada duquesa de Alba, que no cejó en su empeño de casarse por tercera vez, a los 85 años, con nuestro paisano el palentino Alfonso Díez, repulido y discreto funcionario.

Hace unas semanas hemos conocido a Mauricia Ibánez, una mujer que a los 64 años ha dado a luz mellizos tras someterse a un tratamiento de fecundación in vitro en Estados Unidos.

Lo hizo con anterioridad en 2010, antes de alumbrar a otra niña cuya tutela le fue retirada por la Administración -alegando falta de cuidados y atención-, residente en Canadá con una sobrina suya. Sin ceder al desaliento, ha emprendido la batalla judicial para recuperarla y asegura que es perseguida por ser madre, rasgo muy propio del trastorno paranoide que sufre.

Con fama de huraña y conflictiva, Mauricia volvió al pueblo burgalés de Palacios de la Sierra para cuidar a sus padres. Cuando fallecieron se sintió sola. Le llegó la imperiosa necesidad de ser madre. A destiempo, ha querido llenar de churumbeles la casona familiar, en vez de hacerlo de perros y gatos, de montar un negocio de turismo rural, de coger la azada para escardar el huerto o jugar a la brisca con las amigas. Propósito siempre encomiable en una región de bajísima natalidad, pero conseguido veinte años tarde, gracias a una decisión que desprecia los límites fijados por la biología, y plantea dudas éticas sobre el futuro de sus hijos. Para nadar contra corriente y enfrentarse a las convenciones sociales, al atalaje de los estereotipos, los niños deben quedar al margen.

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