Los toros toledanos ya tienen quien les escriba

Jorge de la Fuente, aficionado de Las Ventas de Retamosa, ha publicado un libro sobre el campo bravo de la provincia; un recorrido de cabo a rabo por 14 ganaderías de ocho encastes

Jorge de la Fuente, en la ganadería de Gloria García Montero-Ríos ABC
Juan Antonio Pérez

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En el campo bravo toledano caben todos. Cabe el noble, por supuesto: Rafael Ángel Finat y Riva, decimoctavo Conde de Mayalde , cuya finca ‘El Castañar’, sita en Mazarambroz, tiene 5.000 hectáreas y es más grande que unos cuantos países. Caben los hermanos Lozano, con ‘El Cortijillo’ de Urda, «un hotel de cinco estrellas dedicado meramente al toro de lidia», donde se crían los exitosos ejemplares de Alcurrucén .

También caben Víctor Huertas y Adolfo Rodríguez Montesinos, cultos, veterinarios y profesores universitarios amantes del encaste Santa Coloma, que mantienen como una reliquia en La Campana de Oropesa. Y Héctor Guerrero, recién llegado, que se ha pasado del manso al bravo sin salir de Talavera de la Reina. Y, cómo no, el decano de todos ellos, Genaro Velasco, 90 años cumplidos, que «disfruta como un niño pequeño repasando los cercados» entre paisajes que son «una delicia» en la comarca de La Jara.

Jorge de la Fuente Rodríguez (Navalcarnero, 1990) ha escrito ‘El campo bravo toledano’ , un libro (auto)editado por El Círculo Rojo; un recorrido de cabo a rabo por 14 ganaderías que muestran el amplio menú degustación que se sirve en la provincia con, al menos, ocho encastes diferentes. «No soy escritor, ni tan siquiera periodista, simplemente un aficionado enamorado del animal más bello de la creación», avisa en la introducción este joven asesor de crédito inmobiliario afincado en Las Ventas de Retamosa.

«Desde siempre me ha gustado la lectura y he tenido facilidad para redactar. Era una cosa que tenía en mente y que con la pandemia pensé que había llegado el momento de ponerse a ello», explica a ABC. De la Fuente conjuga la historia, el manejo del ganado o la alimentación, con la dificultad para vender los animales en estos tiempos de crisis, ya sean corridas en las mejores plazas, novilladas sin picadores e incluso festejos populares.

Toledo no tiene la fama ni la literatura taurina de otras zonas de España como Salamanca o Andalucía, pese a que aquí abundan igualmente las ganaderías. «A mí también me sorprende y no sabría decir el porqué. De Toledo han salido un montón de toreros que han llegado a figuras y es verdad que es una tierra de ganaderos», reconoce.

El autor escribió el libro «por darme el gusto» y «no esperaba» que se estuviera vendiendo tan bien. De momento, se va a imprimir una tercera edición, en la que incluirá una ganadería más, la de Rocío Moreno García, que está en El Real de San Vicente.

¿Qué prefiere: el campo o la plaza?

Prefiero ver el toro en la plaza, que es donde realmente expresa su comportamiento y su condición, en esos 15 ó 20 minutos que dura la lidia.

¿Cuál es la mejor época para ir al campo?

Para mí gusto, el mes de abril o mayo, antes de que llegue San Isidro, cuando el campo está bonito y los toros ya están preparados. Como aficionado, ya puedes ver la camada de esa temporada. Si vas en diciembre, enero o febrero, los animales todavía no están rematados. Y si ya te metes en el verano, hay ganaderías que han lidiado y, además, el campo está más seco.

Si tuviera que convencer de su pasión a una persona a la que no le gustan los toros,¿a dónde la llevaría: a una plaza o a una ganadería?

Primero a la ganadería. De hecho, ya he llevado a alguna y me ha dicho que no se imaginaba que fuera así; que los toros vivieran en ese estado de semilibertad. Si van a la ganadería de Alcurrucén, les va a impactar ver los cercados, que no tienen ni una sola piedra y hay diez hectáreas para seis toros. Y si van a la finca ‘Dehesa de San Pablo’, de la ganadería de Carmen Arroyo, se van a encontrar con un cartel en el que pone que colabora con el proyecto ‘Life+Iberlince’. Al final, en una explotación de ganado bravo se produce una simbiosis con especies que están en peligro de extinción, como el lince ibérico o el águila imperial; y hay otras muchas que se benefician, como los conejos, las perdices, los zorros, los ciervos o los jabalíes.

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