Victoria García, en la ventana de su casa del Arrabal
Victoria García, en la ventana de su casa del Arrabal - ANA PÉREZ HERRERA

Victoria cumple cien años

TOLEDO - TOLEDO Actualizado: Guardar
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Solo hay treinta personas en Toledo que superan el siglo de vida. Victoria García Gómez, una vecina del Arrabal, se unirá el lunes a este selecto club tras una vida de sombras y mucha luces

Tiene unos ojos llenos de vida que desprenden una dulce y entrañable luz. No lo aparenta, pero Victoria García Gómez cumplirá el lunes cien años. Es la vecina más longeva de las Covachuelas, su barrio de toda la vida, que solo abandonó a los 21 años durante la Guerra Civil que pasó en Sonseca, años que Victoria, como todos, recuerda con dolor, sobre todo por el sufrimiento de su madre, que dejó tres hijos en aquel Toledo de bombas y metralletas.

Nos recibe feliz y muy habladora.

Solo se queja porque la hemos pillado sin arreglar, aunque lleva las uñas pintadas, collares y pendientes. Su rostro no refleja el siglo de vida que está a punto de cumplir, sin duda, porque quien tuvo, retuvo. Dicen en el barrio que Victoria fue siempre muy guapa. «Me llamaban Carmen Sevilla», recuerda con el mismo sentido del humor con el que habla de aquellos paseos por la Vega con sus amigos y con Marcelo, con quien se casó en el año 1942, en la iglesia de Santiago el Arrabal, en donde también se bautizó e hizo la Primera Comunión. Con su marido estuvo a punto de celebrar las bodas de platino y vivió un matrimonio feliz y muy unido, solo empañado por la pérdida temprana de su hijo. «Cuando le ví, dije: este no se me escapa. Era muy chulito, muy apañaíto y muy guapito», dice. Con él, con Marcelo, fue testigo de los cambios de una ciudad que, tras la guerra, comenzó a cambiar. «Me gustaba más la ciudad de antes, la báscula de Bisagra, la calle Carretas, con sus carretas, nos conocíamos todos... y ahora no queda nadie», lamenta. Una de sus últimas emociones ha sido la Coronación de la Virgen de la Estrella, a quien Victoria agradeció todo lo que le está dejando vivir.

Vive sola, pero rodeada de cariño y del cuidado de su orgullosa hija Carmen. Está lúcida, -recuerda de memoria todos los poemas que escribió en su juventud- y, sobre todo, feliz. Come lo que quiere e, incluso, dulces con una copita de vino de misa. Victoria tiene una salud de hierro -no va casi nunca al médico- y una vista de lince. Lee, cose y cocina sin gafas y le encanta ver películas antiguas en la televisión. Y está al tanto de todo lo ocurre, como de las noticias últimas de Suecia, país en donde vive una de sus nietas. Ahora, con su siglo de vida a cuestas, ve desde la ventana pasar la vida de un barrio que agoniza, que ya nunca será lo que era. Este domingo lo celebrará toda la familia con una eucaristía en su iglesia, Santiago. Una suerte y una alegría para su hija, sus cinco nietos y sus dos bisnietos, Alicia y Mario.

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